Carta abierta de un hijo a su madre
- Andres Borregales
- Apr 6, 2022
- 3 min read

Hola madre de mi corazón
Cuanto te he pensado últimamente, cuanta falta que me haces, a veces más cuando me angustio, a veces menos cuando me distraigo, pues distraído hay que ir para no ver y distraído hay que estar para no sentir esta ausencia que nos une.
Para salir de este letargo me pongo a recordar y recordándote me encuentro contigo, estamos juntos caminando por esa cuerda floja que es el hilo de mi memoria, pasamos cerquita de Mi Veguita Norte por la Av. Romulo Gallegos y llegamos a Santa Paula, en donde sentados desde el Paují vemos las montañas que sirvieron de marco a tantas fiestas y navidades que celebramos ahí, llenos de primos, tíos y hermanas.
Que dulce es recordar lo que se ha amado, esto nos orienta en conocer lo que hemos sido, nos ayuda a entender mejor lo que representamos en la vida ¿Pues qué es el ser humano sino un querer que anhela ser amado?
Siento que la vida se me pasa y no es contigo, no estoy contigo cuando quiero. Siento que los días languidecen y se parecen los unos a los otros, a veces tengo la impresión de que por mucho color que les ponga, ninguno de mis días brilla con la misma claridad que esos recuerdos bajo las olas del mar, tomado de tu mano a 32 metros de viaje submarino.
Gracias a Dios la vida es ancha, larga y rica en variedad de encuentros y sorpresas, algunas nos gustan más que otras pero lo cierto es que todas nos enseñan a volver a despertar.
Mientras que algunos se pasan la vida dormidos y vuelven a los campos elíseos sin nunca haber vivido, nosotros por el contrario hemos venido a despertar de nuestro ensueño. Tú y yo no somos así, hemos sido marcados por lo vasto, conmovidos por lo eterno, atravesados por el misterio que hay en cada aliento que damos, tocados por la trascendencia de cada acto por muy efímera que parezca nuestra vida. Tú y yo madre mía, hemos sido llamados a despertar una y mil veces del ensueño del que venimos a fin de renovar nuestro entendimiento del ensueño al que vamos, tú y yo hemos de despertar para que nuestros ojos vean lo que hay de bello en esta vida.
¿No acaso hemos venido tú y yo a escuchar aquello que hay de sobra para oír en este mundo: el clamor, la añoranza, el crujir de dientes, la risa y los afanes de cada día? ¿Acaso no hemos aprendido a amar esa amargura?
Por supuesto que si, hemos aprendido a balancear esa amargura con lo dulce y lo salado, nuestro paladar es amplio y rico en referencias, el saber que hay en él nos ayuda a conseguir el gusto que hay para encontrar en cada momento de la vida. Los distintos sabores que dejan en nuestra boca las diferentes situaciones a las que la vida nos expone, son la base del saber-hacer que hemos de poner en práctica para podérnoslas arreglar con aquello que hay de real en la vida misma.
La paleta de colores que usamos en esta pintura que es nuestra historia está determinada por la manera en la que respondemos a esa realidad que nos conmina y nos interroga, esa pintura que pintamos con nuestro carácter, con nuestros actos, con nuestros miedos y con nuestros dolores, es al mismo tiempo uno y al mismo tiempo los otros que hemos amado, así sabemos de la permanencia de los unos en los otros, de ti en mi.

Permanecemos por los lazos de la lengua y del amor.
La vida insiste y persiste en enseñarnos un gran espectro de colores, sin embargo, a veces como niños que solo quieren repetir el mismo cuento antes de domrir, así también nosotros repetimos los verdaderos colores de nuestro carácter, de ahí que sea necesario el tomar distancia de la pintura y ver que tono está tomando la obra.
Yo sé que el tono de nuestro amor colorea mi vida y es el hilo conductor de mi memoria.
Hoy celebro tu vida y si me permites, también celebro la vida de esa mujer encantadora y extremadamente hermosa que fue, es y será siempre María Aurora, mi tía bella, la estrella de la mañana, la que nos ha traído este nuevo amanecer, la que nos anuncia este día para amarnos y para hablarnos.
Hoy celebro que naciste en primavera, mes de rosas que adornan el día y la noche, flores que nos cubren en la vida y en la muerte, hoy celebro las fiestas que llevan tu nombre "Las rosalías". Hoy celebro a mi tía María Aurora que se encuentra con su hija Elizabeth, así como la mañana se encuentra con el rocío así nos encontraremos todos juntos muy pronto.
Hoy eres tú, hoy soy, siempre es hoy. Siempre tú.
Siempre tuyo.
tu hijo que te ama.
Andrés.
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