Rincones del alma
- Andres E. Borregales M.
- Oct 7, 2019
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Nota del editor: Capítulo VI del Topoanálisis.
"Vuestra soledad os servirá de reposo y hogar incluso en medio de situaciones muy extrañas y partiendo de ella podréis encontrar cualquier camino".
Rainer Maria Rilke.
Continuamos esta obrita con el siguiente abordaje de la imagen poética del rincón, lugar de retiro y núcleo de albergue, todo rincón donde nos guste acurrucarnos es el lugar donde se realiza una repetición de la vida real haciendo morada en nuestra alma.
Inmediatamente íntimo, el rincón se diferencia de la esquina por la intuición de interioridad que transmite, especialmente en su voz catalana de origen, racó sentimos la resonancia de un espacio interior.
En el topoanálisis por esencia y definición el psicólogo y el metafísico se reúnen, pues lo real de esta vida es simplemente inagotable para escribir la verdadera poesía de nuestra imaginación, es decir, tener la gracia de ver en nosotros lo que sentimos que viene desde el mundo.
Un rincón del alma es un secreto guardado, un arrepentimiento vivido o un remordimiento experimentado, un rincón de nuestra vida es un lugar desde donde todo afecto se renueva y se vive en el encuentro con nuestra historia.
Los rincones de nuestro corazón son la textura que han dejado sobre nosotros, los golpes y pérdidas que esta vida irremediablemente trae consigo. Cuando éramos niños estar el rincón del salón de clases en la escuela, o de algún lugar de la casa era una forma de castigarnos, de alejarnos de la incalculable dicha de la demanda del otro, lo cierto es que cuanto bien nos hizo aprender desde entonces ese valioso hábito de la privacidad del rincón pues en él comienza toda soledad poética.
Nuestro inconsciente es el primer rincón desde donde nuestra subjetividad se refugia de lo real que esta vida implica, eso implicado a cada paso del avatar del deseo sobre nuestros actos, de ahí su profundo carácter inconsciente. Sin embargo, no nos podemos escapar de nuestros actos, no hay rincón donde esconderse, por eso sobre el supuesto grado de psicopatía de hechos sucedidos sobre el tejido social, se concibe que algunos individuos sean aislados en rincones de la vida humana que conocemos como cárceles y prisiones, donde los escondemos de nosotros mismos.
El rincón como imagen poética de nuestra mente nos recuerda ese precioso escrito de Florencia Franco sobre el laberinto y el minotauro, el conjunto de nuestros rincones de intimidad confeccionan el laberinto de nuestra psique donde estamos prisioneros. Se hace pertinente hablar aquí de laberinto ya que la propia etimología de la palabra proveniente de Asia Menor, hace referencia a una labor que se realiza desde dentro en nosotros y eso es la subjetividad.
Así mismo todo laberinto psíquico está causado por un objeto que lo resuelve, dicho objeto es el sujeto mismo que entra al laberinto y lo recorre, lo habita y lo conoce. El sujeto se apercibe de ese rincón en el que se encontraba atascado en su andar, gracias al recorrido descrito el sujeto siente en qué lugar se encontraba arrinconado su deseo.
De ahí la enseñanza sobre el ser que persigue su privacidad con el mismo celo con el que cuida sus vínculos, el ser que habita en sus rincones más oscuros con la misma paz con que habita la más superficial de las capas de su piel, es un ser más libre de ataduras en su deseo por lo tanto responsable de la posición de su decir.
De esta enseñanza han bebido Platón, Pitágoras, la poética escéptica, la doctrina cínica y la ética estoica. Por eso tenemos confianza de que los rincones de nuestro ser una vez los hemos habitado realmente, dejan de ser manifestaciones de lo fijo e inmóvil en nosotros, para convertirse en parte de un nuevo espacio, un espacio vivido como acto de nuestra vida anímica.
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El topoanálisis es la relación de la función del movimiento del discurso dentro de la inmovilidad de la imagen poética propiamente dicha, el estudio de este pliegue entre discurso e imagen, entre desplazamiento simbólico e inmovilidad imaginario-espacial, desprende la teoría de que debido al pliegue entre la palabra y la imagen, se nos produce una reunión tal cuyo efecto es la ilusión de la permanencia de la materia por fuera de nuestra representación.
Esto significa que la verdadera materia del ser hablante, como lo verifica clínicamente el psicoanálisis, es efímera tal y como también lo son los objetos pulsionales, los objetos que causan ese mundo como representación, es decir, como deseo subjetivo.
Esta representación supone en su base y de conformidad con lo anterior la división elemental entre sujeto/objeto, esta es toda la esencia del principio de razón suficiente que articula la cadenas de causas de la vida anímica.
De ahí que el topoanálisis no se detiene allí donde Schopenhauer y Bachelard nos dejaron, el camino señalado claramente continua y se adentra en todas las dialécticas posibles del corazón, eso nos enseña que las formas de nuestra existencia y sus problemas concomitantes a veces se resuelven en la dinámicas del espacio y otras veces en las dimensiones del tiempo.
Los rincones de nuestra mente como imagen de intimidad, toman su forma de las vivencias de la infancia, si fuimos castigados con soledad asociamos a esta última con una forma de maltrato y violencia, de ahí que muchos nos apegamos más tarde de una forma tan peculiar donde lo que nos debería consolar, es decir, la soledad y la privacidad necesaria con que viene acompañada, nos tortura y aterroriza desde niños. De todo esto debemos sanarnos para poder habitar con libertad.
Las imágenes de la soledad y el ocio de la infancia son una bendición para quien extrajo de esos instantes la esencia de su condición como deseo, estas imágenes vuelven siempre sobre nosotros desde un pasado lejano para hacerse presentes en nuestro día a día.
A esto es a lo que Freud llamó regresión en La interpretación de los sueños, ese libro fenicio por tradición y alejandrino por su relación histórica con los terapéutas egipcios del siglo I.
Sí el topoanalista es alguno de nosotros es aquel en cuyo ser se ha conmovido el misterio inconsciente del hábito humano, el enigma de las cosas así llamadas insignificantes de la vida.
Este enigma habita en lo pequeño de todo rincón del alma y desde ahí se anima ese aporte elemental del topoanálisis, esa enseñanza de la imaginación poética como reunión, a saber, del espacio, el tiempo y la acción. Cada uno mora en nosotros como formas de las potencialidades del espíritu, potencial para afectar el curso de nuestra vida real, para transformar el mundo como también transmite La interpretación de los sueños.

En el capítulo III vimos que la palabra es nuestra casa, reflexionamos entonces sobre habitar esa casa y sentimos como subir las escaleras nos llevaba a abstraernos, mientras que bajar a la despensa nos invitaba a soñar.
Subir y bajar las escaleras en la casa de la palabra es la obra cotidiana del poeta como tal, y habitar nuestra enunciación es el primer paso para vivir poéticamente.
De ahí que la ética que se desprende de la enseñanza topoanalítica nos orienta hacia un buen vivir subjetivo, en la medida en la que se corresponde directamente con la ética del bien-decir el deseo propio, bendecir mi deseo con los actos que dibuja mi conducta.
Este sería un segundo paso posible para vivir poéticamente, construir de abajo hacia arriba la morfología de mi sintaxis subjetiva, es decir, habitando cada uno de mis actos desde su forma hasta el orden que describen en el tiempo.
La base de la alienación significante es precisamente tener que descubrir a través de lo simbólico, de la palabra eso que somos, o sea, eso que hacemos en lo real. Por eso para todo rearreglo posible de los problemas del alma y del corazón necesitamos tiempo. Es por medio de la forma del tiempo que puedo sentir un ritmo de vida, y es esta base rítmica de las funciones vitales la esencia del sentido interno de mi subjetividad.
El topoanálisis estudia pues el plano general de la representación a partir de estas dos formas de la psicología del ser humano, dicho estudio se produce de manera separada como separadas son las funciones de cada registro, sin embargo, es en función de su vínculo con lo real propio de cada uno que el espacio y el tiempo se penetran mutuamente.
Habitar y vivir íntimamente las dimensiones del espacio y del tiempo es animar poéticamente la existencia, en esto se basa el espíritu del método topoanalitico, su discurso y su ética.
El rincón más perdido de mi alma es el eslabón más fuerte de la cadena que soy en tanto que discurso, ese lugar donde se anuda la superficie de lo que digo con lo que hago, desde allí se anima la belleza en la miniatura de mi ser.
Vemos que las condensaciones literarias de nuestros sueños, los desplazamientos en la lengua que conforman nuestros lapsus o los actos así llamados fallidos que hacemos cuando olvidamos algo, por ejemplo, son el tejido sobre el cual la casa de la palabra coloca todo su peso.
Por eso también sucede que es en casa donde nos damos el regalo del silencio.
Estamos llamados a trabajar con detalle lo pequeño, esa es la esencia de nuestro método al tratar el discurso en topoanálisis, este trabajo lo hacemos en acción de gracias a un espíritu así escéptico y cínico por traernos hasta aquí, también agradezco a esa inquietud estoica por la búsqueda de la virtud de nuestros actos y finalmente me reconcilio con ese carácter ecléctico que siempre describe nuestro investigar efectivo.
Reconocer estas raíces helénicas nos aparta sin embargo del ideal del héroe, pues sabemos que el único heroísmo contemporáneo es el de la vida cotidiana que se rescata de su dolor de existir, estas raíces nos invitan más bien a renunciar a cualquier conquista que no sea interior.
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