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Los sueños. Más allá del tiempo y del espacio

  • Andres E. Borregales M.
  • Jun 27, 2019
  • 13 min read

Updated: Dec 13, 2020


Emilio Fernández y Juan Antonio Garcia.  Serie Chroma, 2018

Nota del editor: Charla presentada en el Teatro del Bar La Rubia en la ciudad de Barcelona, Tardes de Psicoanálisis.

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Sabemos ya que toda La interpretación de los sueños está llena de análisis significantes, de giros idiomáticos que al interpretarse por vía asociativa revelan el sentido inconsciente del sueño. Esto quiere decir que cada deseo no confesado a nosotros mismos se procura su cumplimiento, aun cuando tenga que soldar la angustia que atraviesa su expresión a una representación que el sujeto vive indirectamente, pero de manera simultánea, como una satisfacción.


Por esos tenemos sueños de angustia, el sueño puede tomar su material de cualquier época de la vida, con tal de que desde las impresiones recientes hasta aquellas más lejanas corra un hilo de pensamiento. De lo anterior se deduce que un olvido sería entonces la ejecución de un motivo inconsciente, el cual gracias a los trabajos de desplazamiento y condensación sobre material onírico, revela el dominio casi ilimitado del chiste sobre la estructura de nuestra existencia psíquica.


Enfermarse de ideales o de ideas que no existen, como hemos dijimos tiene ciertamente la estructura de un chiste, pero los efectos reales del discurso sobre nostros no son cosa de risa, porque estos ideales son la forma de nuestro ser.


De los procesos psíquicos: primario - desplazamiento, secundario - condensación, dice Freud en la página 190 que la naturaleza primaria del desplazamiento del acento psíquico sobre las representaciones débilmente libidinizadas a otras que están investidas más intensamente, es un proceso que no se produce sin un resto que no se invista nunca libidinalmente, ese resto indivisible es el monto de afecto que el cuerpo soporta y que anima las acciones motrices que nuestro cuerpo ejecuta.


El desplazamiento de las representaciones en el alma representa nuestra primera forma de relación con el saber inconsciente, es nuestra forma más elemental de conocimiento, el sentido interno, el tiempo.


La primera relación que el ser hablante experimenta con el tiempo, en la medida en la que es hablado por el Otro, es la sucesión significante producida por el discurso de ese Otro tocando los afectos de mi cuerpo.


Por eso debemos encontrar revelador que de nuestra vida infantil, lugar de nuestros primeros encuentros con el lugar de la palabra, broten los deseos que se procuran poner en marcha el trabajo del sueño.


Por su parte, las primeras condensaciones de necesidades, de demandas y de deseos que esta vida impone y provoca, se ven verdaderamente a la cara en las experiencias de la primera infancia. Ellas son el modelo de la metáfora que habita el corazón del proceso que nos reúne simbólicamente con el otro, un proceso secundario en la condensación del espacio como lugar del semejante.


Nuestro propio Yo no es sino la síntesis siempre evanescente de las experiencias más tempranas con el otro semejante.

El Yo es una síntesis siempre desfalleciente.


El hecho de que encontremos el mismo material de pensamientos en el soñar que en la vigilia, nos permite acercarnos a considerar con toda convicción, que aunque se por instante y en la excepción que el sueño significa, pensar y percibir son aquí una misma cosa.


En el sueño voluntad, es decir, deseo y acto son uno tal y como lo dice la página 230. Todas las vivencias infantiles son como un sueño al que volvemos realmente, aunque lo notemos muy ajeno, porque estamos profundamente alienados a la imagen y al símbolo.


El sueño, debemos de reconocer, es también el guardián del dormir, todo ensueño en sí mismo sirve al propósito de continuar durmiendo. Por lo tanto todo sueño es de comodidad aunque comulgue con la angustia demos dicho.


Freud nos orienta a reconocer que en la vida del alma existen deseos cuyo cumplimiento provoca dolor.


El sexo nos enseña a saber que una excitación de esta naturaleza dolorosa del deseo, promueve el desprendimiento de angustia, el más real y directo de todos los afectos, pero al mismo tiempo el umbral de la vida misma.


La división de nuestro Yo más íntimo, la escisión subjetiva en acto que vivimos en el despertar del sueño y en la realidad empírica pasa por la forma de la angustia.


De ahí que nuestros sueños sean la insistencia de un más allá de los recuerdos de la infancia, los sueños revelan los lazos que las representaciones más elementales guardan con el goce, es decir, con las mociones pulsionales de la vida anímica cuya traducción subjetiva en lo real es la angustia y el dolor, pero que en la vida onírica se tramiten como el cumplimiento de un deseo.


La doctrina de los sueños enseña que más allá del tiempo y del espacio, se halla el lugar del inconsciente donde Ello, en sentido freudiano, goza, donde Ello se satisface.


En la página 257 Freud resalta que esta esencia descentrada de la representación con relación al afecto, es la esencia más profunda y eterna de la humanidad. De ahí viene la poesía y el amor sexual.


En la experiencia psicoanalítica se orienta a despertar esa raíz poética que habita nuestros sueños, a través de procurar la expresión de los deseos infantiles que ofenden nuestra moral adulta.


Por ejemplo, si la primera simbolización de la ausencia es la muerte, entonces podemos apreciar que en los sueños de los padres muertos, se reviven estas ausencias en la expresión cumplida del deseo del Otro, es decir, ser lo que le faltaba al Otro, aunque fuese la muerte con tal de llenar el vacío de su ausencia.


En los sueños revivimos el origen de nuestros ideales, de lo que deseamos ser. Eso que no cambia con el paso del tiempo, en los sueños se expresa ese núcleo íntimo de nuestro ser que está por fuera de las formas del tiempo y del espacio.


¿Cómo podemos tener certeza de esto?


Por la repetición real de nuestro carácter dentro y fuera de los sueños, esa misma superficie que hacemos con los hábitos donde reunimos el placer y la angustia.


La psicología de los procesos oníricos revela que los recuerdos de la vida vigil, tienen la misma forma del contenido manifiesto de los sueños. Mientras que los pensamientos de la actividad vigil, se estructuran de igual manera que los pensamientos latentes del contenido del sueño.


Recordemos los procesos de desplazamiento temporal y condensación espacial, que trabajan sobre la actividad del aparato psíquico no son capaces sino de representar un deseo inconsciente en tanto que cumplido.


Hasta tal punto el signo lingüístico habita este aparato que todo el pensar está hecho de él, de significantes y de significados, sobre estos significantes, sobre esta cadena temporal se transportan las significaciones al deseo del Otro que tramitamos en los sueños.

Como Edipo solemos vivir en la ignorancia de esos deseos que nos habitan, cumpliendo con todo el devenir de nuestra vida el destino escrito por Otro.








Emilio Fernández y Juan Antonio Garcia.  Serie Chroma, 2018

Quisiera ampliar lo dicho acerca del trabajo de condensación en el aparato psíquico. La condensación es esa operación por medio de la cual sucede el reemplazo de ciertos eslabones de las cadenas del discurso que nos atan a los deseos inconscientes, a fin de que sean aceptables para su expresión consciente.


La extensión de la condensación sobre el material onírico es imposible de conocer por adelantado, pero sí podemos decir que la primera característica de lo condensado es que se expresa por medio de lo que para el sujeto resulta insignificante.


La segunda característica del material condensado en el sueño es que se encuentra sobredeterminado por asociación inversa, así una palabra puede componerse de otras y una persona puede representar a varias simultáneamente.


Los síntomas neuróticos tienen esta misma forma condensada, éste compromiso metafórico entre lo que soy y lo que quiero ser, es decir, entre lo que hago y lo que digo. La condensación es un proceso autorregulador del alma y cuyo trabajo lo vemos en la vida cotidiana, él permite que se realcen los rasgos comunes y que se borren las discordancias.


El trabajo de condensación borra las diferencias con el otro haciéndolas insignificantes, por eso su expresión tanto en el sueño como en la actividad de la vigilia, es la producción de nuevas unidades significantes en el lenguaje, o sea, los elementos intermediarios del pensar cuya forma léxica Freud llama representaciones-cosa en la página 302, estos elementos altamente condensados conforman la base de la experiencia real de la comunicación y de la intuición empírica.


En el método de la interpretación de los sueños se aprende a descomponer el trabajo de la condensación, el cual como hemos dicho puede trabajar sobre una palabra y dentro del espacio que ella crea en nuestro vínculo con el otro.


Estas condensaciones en nuestro discurso son las partes más tensas, los anudamientos más cerrados de nuestra psicología y por eso se conocen como formas de pensar.


La poética escondida en los sueños se conoce entonces por el hábito de la palabra, reflejo del pensamiento y función que da sostén al análisis lingüístico que Freud realiza por toda La interpretación de los sueños.


El tiempo nace en el lenguaje porque solo lo que pasa por ese arco es sensible de ser objeto de nuestro pensar y nuestro saber, ahora bien, si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, entonces el sentido de nuestros sueños, de nuestros síntomas y de nuestros actos es algo sensible de aprehender, cada uno lo puede hacer a su ritmo y a su tiempo.


El trabajo de condensación difumina los límites de las palabras con la cosa, cada deformación léxica que habita nuestra lengua nos hace tratar a las palabras como si fueran objetos por nosotros conocidos.


Lo anterior es comentado por Freud en la página 309, de donde hemos establecido que el desplazamiento, la condensación y la sobredeterminación atribuibles al tiempo, el espacio y la causalidad, tienen la misma constitución en cada Yo humano.


Esto es un rasgo principal de la lectura freudiana de la psicología del ser humano.


Tomo de la página 314 la siguiente cita:


“El hecho de que el tiempo y el espacio a menudo se confundan no menoscaba en nada al contenido verdadero del sueño, pues ni el tiempo ni el espacio han tenido importancia para su contenido esencial. Y termina diciendo, hacemos lo mismo en la vigilia.


Eureka! Señoras y señores, eureka!


Los lazos lógicos entre los pensamientos oníricos latentes y el contenido manifiesto del sueño, escriben propiamente hablando la gramática inconsciente del sueño, utilizando para este propósito la ayuda del material psíquico de carácter sustantivo, es decir, con los nombres propios de la lengua.


La nominación muestra en este punto todo su potencial creador, porque para cumplir con las más complejas operaciones del espíritu, para habitar poéticamente mi discurso debo buscar nombrar algo de mi deseo.


En la página 319 Freud describe cómo por fuera de la lógica y de la razón, el aparato psíquico sólo es un instrumento para esclarecer y cumplir el deseo inconsciente del corazón.


La reunión subjetiva del tiempo y del espacio permite la existencia de la simultaneidad de relaciones causales lógicas, sin embargo nuestro aparato psíquico no es capaz de figurar una causalidad que satisfaga y cumpla al deseo por completo, por el simple hecho de que no es capaz de cerrar totalmente la distancia entre lo pensado, lo dicho y lo hecho.


Esa es la escisión de donde brota la psicología del ser hablante, de donde surge la materia que es nuestro obrar propio.


Nos identificamos los unos con los otros sin saber cual es la base idéntica que compartimos, esa identificación a un carácter esencial que llamamos el deseo, es la base de la causalidad psíquica, el lugar desde donde surgen los hilos que atraviesan y dirigen nuestro pensar.


Por eso soñamos lo que somos.


La causalidad psíquica es el lugar perdido de las neurociencias modernas, porque no sino es el origen del lenguaje como tal. Un lugar solo míticamente conocido como Uno con mayúscula, el mito de la torre de Babel por ejemplo.


No obstante, a pesar de este punto ciego de la estructura psicológica del ser hablante, la causalidad psíquica deviene en Yo tanto en la vigilia como en el sueño, ese Yo es el agujero a partir del cual se relaciona el sujeto con los objetos de su deseo.


La desfiguración onírica dice Freud en la página 334, no puede asimilarse por completo con el desdibujamiento ocasional de los objetos de la realidad, sin embargo la orientación que seguimos nos lleva a desdibujar lo más posible las barreras entre nosotros y nuestro objeto de investigación, por lo que reconocemos que los encubrimientos simbólicos que nos hacemos a nosotros mismos, las oraciones incidentales que se escapan de nuestra boca, los desplazamientos de la lengua y los pensamientos intercalados habitan ambas formas en las que se expresa el pensar, durante la vigilia y durante el sueño en el curso del dormir.


Solo mediante disfraces lingüísticos logran ser figuradas las relaciones lógicas del contenido del sueño y de también de los contenidos íntimos de la vida anímica consciente.


La palabra por su multivocidad es el punto nodal del inconsciente, en ella pueden habitar distintos pensamientos abstractos, en ella pueden cohabitar múltiples significaciones que posibilitan diferentes figuraciones imaginarias, por la palabra se desatan los aprietos psicológicos como todos sabemos.

Los encubrimientos que el ser hablante se hace cotidianamente se transmiten a través de la cultura, de las supersticiones, de las costumbres y de los discursos, en cierto sentido estamos hechos de estos encubrimientos.








Emilio Fernández y Juan Antonio Garcia.  Serie Chroma, 2018

El material de los sueños lo encontramos en la sabiduría del refranero, en el núcleo de verdad de las intuiciones populares más profundas y en los chistes que circulan por el pueblo gracias a la comunidad en el símbolo compartido.


El sueño nos recuerda la referencia genética faltante en toda búsqueda por la causalidad de nuestra psique, esta causa no es por lo tanto psicológica sino pulsional.


La realidad del inconsciente es sexual, lo sabemos porque el mundo se libidiniza y los sueños existen gracias a la existencia de la economía del deseo. En la página 399 Freud señala que ninguna otra pulsión debió soportar tan grande sofocación como la sexual en la niñez, por lo tanto ninguna otra desempeña un papel tan importante en nuestros sueños.


En la página 410 hay una frase hermosa que dice lo siguiente: “en los sueños se hace una traducción del tiempo al espacio” es decir, el sentido interno es trasladado al sentido externo. De manera que nosotros podemos inferir que durante la vida de la vigilia se produce una traducción inversa, del espacio al tiempo.


Esto habrá que desarrollarlo en otra oportunidad.


El sueño no hace diferencia entre lo deseado y lo real, dice la página 430, ya que incluso por la vía del absurdo puede el trabajo del sueño figurar las ambivalencias y las contradicciones del espíritu consigo mismo.


Por eso Freud dedujo que los mecanismos neuróticos de figuración de la realidad fantasmática, seguían el mismo camino que el trabajo de figuración del sueño porque en ambos caso el cumplimiento de un deseo era la base del proceso.


Así mismo quiero decir que el psicoanálisis es pura enseñanza ética en este punto, ya que no hay un hábitat común entre el desprendimiento de un afecto y el contenido de la representación, de modo tal que el tono afectivo de mi pensamiento es reflejo de las mociones más intensas de mi alma y esa es una responsabilidad intransferible.


“El análisis nos enseña que los contenidos de representación han experimentado desplazamientos y sustituciones mientras que los afectos se mantuvieron incólumes” pg 458.


Las sofocaciones de nuestros afectos más íntimos es el espejo de la vida social, por eso vemos que todo trastorno en lo contrario, es en los afectos del sueño y de la vida vigil el propio desconocimiento de sí mismo.


Por eso la enseñanza de Freud es haber descompuesto al sujeto en varias voces, la del Yo y la del Super-Yo que regulan esa parte moral de nuestro ser, ese agujero negro donde resuenan las voces de lo que somos.


Sobre este agujero negro se ubica el tejido de la psicología humana, cuya base se reduce a que los afectos sean compuestos de varios afluentes anímicos y que sus fuentes siempre permanezcan inconscientes, hasta que por una ocasión de la vida cotidiana vivimos algo que nos permite verificar nuestro afecto en la experiencia con el objeto y así se construye la realidad psíquica de cada uno.


El proceso del pensar desfigura los meros datos de los sentidos y desplaza los enlaces psicológicos, es decir, simbólicos con los afectos.


Esta es la base del psicoanálisis.


En esa verificación del afecto hay la huella de un carácter, de un cierto talante subjetivo que se traduce por la vía del cuerpo y de la angustia como hemos visto.


En la página 495 tenemos otro momento Bingo! de la obra, porque es ahí donde descubrimos que por la vía poética el alma elabora secundariamente los instantes vividos en las fantasías inconscientes, elaboración secundaria que es idéntica al pensamiento en la vigilia.


Ese es todo el revestimiento formal del juicio, de unión lógica que enlazan una representación con otra y las desplaza en el tiempo, pero lo afectos no van a ningún lado pues ellos son reales no simbólicos.


Ese revestimiento es la elaboración secundario propia de la razón, lo que orienta a saber que el pensamiento despierto se comporta hacia un material perceptivo de idéntico modo que lo hace hacia el contenido onírico cuando lo modela el entendimiento.


El entendimiento es un proceso primario que sucede entre la imagen y el afecto, por su parte, la razón es un proceso secundario que sucede entre el concepto y el afecto.


Hemos visto el trabajo del sueño más allá de las formas del fenómeno, radica en desplazar las cargas afectivas a representaciones insignificantes, así se proyecta el esfuerzo del espíritu por someter estas sucesiones incoherentes de alucinaciones visuales y acústicas, al mismo trabajo de coordinación lógica espacio-temporal que realiza cuando es convocado por las sensaciones durante la vigilia.


Quisiera cerrar con algunos comentarios sobre la psicología de los procesos oníricos.


Cada nuevo deseo que nos ha inquietado y hemos dejado atrás, genera un itinerario de pensamiento que toma sobre si el comando de otros itinerarios de pensamientos, de cadenas significantes, que son más susceptibles de figuración onírica y mental.


Estas cadenas asociativas nos atan al afán de dilucidar lo que somos en el enigma del sexo, dichas cadenas de sentidos permiten la transposición del pensamiento en imágenes visuales y en dichos acústicos, tanto en el sueño como en la intuición sensible. Traducción: la percepción está animada por el deseo.


El deseo del Otro es el deseo que siempre se cumple en el sueño, siendo este el carácter psicológico más llamativo del soñar; que un pensamiento deseado sea objetivado y figurado como escena.


De lo anterior fue posible deducir que las alucinaciones verbales y visuales, son producto de que el deseo no reconoce su trabajo en transposición de su propia producción en imágenes acústicas como las voces del delirio, o imágenes visuales alucinatorias.


Así también se construye el Yo y la realidad fantasmática en el fondo de cada uno de nosotros.


Por eso en la página 512 Freud dice que el psicoanálisis invita a una cosa: a vencerse a sí mismo.


En la página 542, uno de los grandes momentos del libro, Freud citando a Nietzsche dice que los sueños son la vía por donde sigue actuando una antiquísima veta de lo humano que no puede alcanzarse por vía directa, una herencia arcaica que son los ideales de la especie.


Este revelación se da gracias a dos cosas: 1)Al modo de representación originario que es por imágenes nítidas. Queremos un mundo interior a imagen y semejanza del mundo exterior, y ese es nuestro más grave malentendido con nosotros mismos. 2) gracias, a la presencia de deseos inmortales en nuestro inconsciente.

Revisar para esto la Pg 545.


La teoría del deseo es la transmisión más importante de La interpretación de los sueños, ésta forma de interpretar la psicología humana deriva en que finalmente desear es alucinar, como dice sabiamente la página 558, es decir, pensar es un sustituto de lo deseado pues solo un deseo puede impulsar nuestro aparato anímico.


Las propiedades temporales de los procesos oníricos nos enseñan cómo llevamos con nosotros y para siempre, cápsulas de dolor en la forma de signos del lenguaje, pg 566.


La tarea del psicoanálisis consiste en procurar a los procesos inconscientes una tramitación menos dolorosa, descomponiendo esos signos del lenguaje con los que cargamos pesadamente y hasta cierto punto procurándoles un olvido.


Gracias.

 
 
 
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