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Metafísica del habitar

  • Andres E. Borregales M.
  • Jun 9, 2019
  • 9 min read

Rafael Araujo, Geometría descriptiva, Doble elice - 2018. All right to the artist.

Nota del editor: Capítulo II del Topoanálisis

"Este giro hacia el interior, esta profundización en el propio mundo orienta a la obra de arte en tanto ella surge de la necesidad. Adentraos en vosotros mismos a inspeccionad las profundidades de donde surge la vida".

Rainer Maria Rilke

El espíritu poético del topoanalista de la subjetividad se desarrolla por sus estudios sobre la naturaleza del ser humano, la unica naturaleza real que existe, pues así como un árbol es la repetición conjunta y organizada de la misma fibra originaria, así también el hombre y la mujer son la repetición real de un carácter esencial.


El reconocer esta esencia de la naturaleza es apreciar que dentro de mí existe esa misma lucha, y que ésta es la misma que veo por todo el mundo exterior.


Este saber sobre la naturaleza pulsante de la vida, sobre el ritmo esencial de lo viviente que resuena como un tambor de lucha por la materia de mis pensamientos y de mis actos, puede traernos paz.


Si, el acercase a este saber inconsciente que identifica los horrores de la guerra pulsional encarnada dentro de cada uno de nosotros, es una fuente inagotable de quietud especial, que solo sentimos bajo la forma de una satisfacción, porque su manifestación es un momento de paz para el avatar del deseo.


Un breve cese al fuego. Una tregua con nosotros mismos.


Sin embargo, en otras ocasiones esta lucha que vemos por fuera y sentimos dentro es tan sobrecogedora que no nos expande el corazón, no aquieta nuestro deseo, sino que las sensaciones de lo vasto, de lo profundo, de lo perpetuo del misterio de la vida nos encogen el alma poniéndonos en un silencio mortal, apoderándose de nosotros todo tipo de angustias, inhibiciones o síntomas.


De manera que la inmensidad del espejo del otro que es mi semejante, a saber, la humanidad entera y lo infinito del Otro simbólico que es lo vasto del lenguaje, coordenadas que conocemos como espacio y tiempo, no pueden sino exigir que el sujeto sea una respuesta a lo real de esta vida.


Cada respuesta es por tanto subjetiva, de acuerdo con lo cual se establece una forma de hacer vínculo y una forma de habitar el cuerpo.


El psicoanálisis es una experiencia que lleva a la subjetividad a conocer sus propios límites en los espejos del tiempo y del espacio, para así orientar al ser hacia lo real que ahí habita. En el psicoanálisis se recalibran a su vez distancias imaginarias y simbólicas para articular la causa de un deseo propio en la cadena del decir.


Esto que transmito es el espejo de mi propia experiencia, porque la autorización necesaria para crear el topoanálisis solo podía venir de adentro.


Por su parte, el trabajo acerca de las funciones poéticas de la experiencia psicoanalítica, publicado por Florencia Franco en la ciudad de Barcelona el 4 de junio de 2019, avanza en esta dirección que también nos ha orientado hacia el nudo que es el arte, hacia la poiesis de la vida como formación real del inconsciente.


Así pues son el Arte, el psicoanálisis, la ciencia y la mística, la música y la magia nuestros instrumentos para afrontar el cosmos, así como las vías para investigar los pliegues de la subjetividad.


La poética que nuestro corazón persigue es la creación de un refugio que el alma inquieta y atormentada consigue en el arte, paralelamente el psicoanálisis ha demostrado que los sujetos habitando la morada de su inconsciente, crean nuevos nudos con la vida los cuales alivian poéticamente su dolor de existir.


Tanto la experiencia del artista como la del psicoanalizante pasan por el cuerpo, cada recorrido interroga a su forma, aquella materia de la cual dicha representación está hecha.


¿De qué está hecho este objeto que es el cuerpo?


Hemos dicho que el cuerpo es nuestro primer contacto con los goces poéticos de la vida, goces que no pasan ni por el tiempo ni por el espacio y sin embargo están vivos dentro de nosotros y se llaman pulsiones.


Dichas pulsiones son las mismas fuerzas que actúan tanto en el instante de la captación estética, propia del arte, como en la captación significante propia del psicoanálisis, siempre lo captado en lo real de cada experiencia es algo de lo que soy como sujeto deseante, ya que la cosa en sí de ese ser se manifiesta como acto.


Eso real se experimenta de manera objetiva en el arte, uno es el mirado por la obra, mientras que en el psicoanálisis se experimenta de manera subjetiva, es decir, como puro deseo, puro Eros.


El estudio de la psicología de la cólera y el análisis del afecto concomitante, nos han hablado fuertemente de la naturaleza de dichas fuerzas pulsionales. Ellas no son más que un querer impactando sobre la casa que es el cuerpo propio, de ahí que las artes y la palabra no sean sino las manifestaciones inconscientes de estas fuerzas que nos habitan, las mismas que encontramos ahí afuera, en la Naturaleza mencionada al comienzo.


El desafío es hacer un topoanálisis de la comunidad dinámica que es el cuerpo, en tanto que él es espacio habitado por el decir, a saber, una subjetividad cuyo discurso temporal es vivido realmente por el cuerpo.


La función de habitar es completamente inconsciente y se nutre de esa simbiosis compartida entre el cuerpo y el discurso. A partir del devenir de la función de habitar en cada ser hablante se establece propiamente hablando la hipótesis del inconsciente, porque cada caso nos enseña descarnadamente el imposible a localizar en el origen de la materia y del lenguaje.


La una, la materia, no precisa ningún origen porque se sigue subdividiendo infinitamente tanto en la extensión del espacio sideral, como en la extensión del espacio subatómico de mi sistema nervioso.


el otro, el lenguaje, lo conocemos también como el tiempo, y está claro para todos que también es infinito porque todos en el fondo nos creemos inmortales.


De acuerdo con nuestra teoría la casa es la objetivación de esta hipótesis del inconsciente, pues configura en el espacio las relaciones inconscientes que guardamos con nosotros en la forma de nuestros hábitos, esto quiere decir, que hay una íntima pero inconsciente relación entre cierta manera de habitar con cierta manera de pensar. Una es espejo de la otra.


Así pues la casa como imagen princeps del topoanálisis derivaría a simple vista dos disciplinas autónomas y que son la inspiración de todo este capítulo:


La primera subdisciplina topoanalítica es la metafísica del habitar, que aborda el conflicto del hombre o la mujer sin hogar o en situación de calle, situación espiritual no solo espacial y materialista.


Por otro lado la segunda subdisciplina que se desprende del estudio de la imago de la casa es la fenomenología de la imaginación poética, orientada al estudio del discurso subversivo que supone a tantos nuevos mundos como realidades/idealidades pueden ir caminando por la calle.


Casa y yo son la misma cosa en el inconsciente, ambos se hacen con lo real del cuerpo que son sus actos, actos con los cuales transforma el mundo como dice Freud en La interpretación de los sueños.


La casa es un esfuerzo que adquiere la misma consistencia con la cual el Yo se identifica, la casa es una causa que identifica "las mismas fuerzas físicas y morales del cuerpo", en resonancia con lo dicho a su vez por Bachelard en La poética del espacio.


Esta consistencia es precisamente lo que llamamos el espacio habitado o vivido, es esto lo que nos permite hablar de habitar un rincón del mundo.


En la fenomenología de la imaginación poética se trata de descubrir cómo afrontamos el cosmos con nuestra casa en el espacio, la cual es primero mi cuerpo y cómo habitamos nuestra casa en el tiempo que es mi decir subjetivado.


A través de la conexión entre la función de habitar y la hipótesis del inconsciente, se genera el estudio topoanalítico de los espacios de intimidad humana, lo cual supone siempre un vínculo con el Otro, con la cultura, o sea, con aquello a lo que se le rinde culto en el discurso.


La metafísica del habitar realizada en el hombre sin hogar, sin casa, en situación de calle o como se le quiera llamar, es justamente un llamado a estudiar el desahucio del domicilio de un discurso, de una lengua y sus efectos en lo real del culto humano a la imago de la casa.


Hay que conocer cómo la pobreza, que lleva a millones a la calle, entraña las leyes y efectos de algo exilado de la psicología del discurso que habita el alma de cada hombre desde siempre.


Al vernos exilados en lo real del lazo social, cómo y porqué hubo simultáneamente una eyección del ritmo y la rima que ese nudo social impone a la vida del ser hablante, en tanto que condición de los accesos a su goce.


Recordemos que el ser hablante en su relación con lo simbólico adquiere un ritmo "de vida" pues esa vida parece tener cierta tendencia a juntarse, a apegarse en lo real del lazo social. Por eso en cierta forma el sujeto sin hogar se encuentre al borde de la vida, al límite de una eyección del pacto con el otro y con el tiempo.


El problema del hombre en situación de calle es total y completamente atemporal, todas las eras y todos los tiempos que esta especie ha visto en su congregación siempre han contado con aquellos que quedan exilados, al margen de un discurso que impone el ritmo y la forma en la que se supone debe darse la manifestación de nuestro habitar más íntimo.


habitarHacer casa es alienarse a ese pacto con el otro, de ahí que el indigente lo sea simultáneamente tanto del ritmo de vida, así como también de la forma en que la función del en general se manifiesta según la expresión de su discurso.


Por eso es un problema metafísico, en el sentido de que no es sólo un mero problema que se reduce a los medios de producción y distribución de la mal llamada riqueza, de la cual quizás hablaremos algún día, sino que la pobreza que lleva a la situación de calle, es la manifestación en lo real del espacio público, de algo que se ha desabonado en lo privado, en la intimidad de ese ser con que nos topamos diariamente desde todos los tiempos.


Hay acontecimientos que se experimentan de súbito y suelen identificarse con una imagen poética, lo cual no quiere decir que esta imagen sea bella, la tragedia del hombre sin hogar es la misma lo largo de toda la historia de la humanidad, esta imagen trágica cobija al fantasma del desamparo que habita a cada ser hablante.


Esta es una captura fantasmática de lo que la imago del desamparo humano significa en la poética del habitar inconsciente, es un reflejo de lo desalienado que sentimos la presencia de aquel sin refugio en el espacio, aun cuando no solemos preguntarnos por lo que eso significa en la violencia que experimenta el hombre sin hogar y con él todos nosotros en el discurso, es decir en el tiempo, en el ritmo de vida.


Nuestros modos de habitar son una respuesta desesperada y real al horror de vernos sin el amparo, sin el calor que se vive al ritmo del habitar con el otro, de ser habitado por el otro.


Por eso la casa es un fantasma sin el cual no podemos vivir.

We all are homesicks.


Cada especie busca y crea su propio refugio aunque sólo el ser humano genera desamparo para los suyos. Así como éste, la psicología del discurso está llena de otros fantasmas indispensables, de otras enfermedades como la casa que sirven de sostén a la identificación con el otro, lo cual significa habitar el espacio común con mi cuerpo y el espacio privado con mi discurso, ya que entre ambos se encuentra mi inconsciente.


Se entiende la casa de este modo tanto como un ideal tanto como una imagen, una captura fantasmática. Pero por fuera del tiempo y del espacio se dá el verdadero campo de la ética, hogar de lo real de la psicología del hombre y de la mujer, en tanto que la ética proviene de lo más real, creador y transformador que la pregunta del acto humano implica.


El topoanálisis es la lectura simultánea de los pliegues de la subjetividad, de cómo su función psíquica habita el cuerpo y viceversa en las imágenes e ideales que construyen nuestra vida en el tiempo y en el espacio, y a su vez la invitación a releer como el espíritu del carácter real de cada ser individual se revela inalterable desde el nacimiento hasta la muerte.


Esa es la órbita en la que buscaremos colocarnos, entre lo público y lo privado en tanto que topoanalístas del alma.


La poética de la casa es la doctrina del asombro ante el misterio que la función del habitar encierra, el enigma de la vida misma como lucha y como afán.


Por eso debemos estudiar continuamente cómo esta forma siempre renovada del apego se anuda con la materia de los actos de la vida, cómo este apego dibuja la imagen de una casa, de un punto "Aleph" como en el cuento de Borges, un nudo divino entre nosotros y la vida llamada real.


El topoanálisis de la imagen poética de la casa se anima en un imposible a significar, sobre lo imposible a traducir en forma de saber algo sobre eso que es real, eso que permanece inconsciente en la función de habitar esta vida con el otro.











 
 
 
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