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Avant Propos - Sobre la imagen poética

  • Andres E. Borregales M.
  • May 27, 2019
  • 18 min read

Nota del editor: Introducción del Topoanálisis.




Avant Propos - Sobre la imagen poética


En memoria de Gastón Bachelard (1884-1962)


"Vivid ahora las preguntas, quizás algún día consigáis vivir las respuestas"

Rainer Maria Rilke.



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El devenir, la intuición, el azar y el error nos han traído hasta este lugar de relanzamiento necesario, un nuevo horizonte se dibuja ante nosotros para darnos el coraje de cruzar esos puentes que nos conducen hacia lo desconocido, incluso diría que este recorrido nos ha llevado más allá, nos ha traído a chocar con lo imposible, con lo más real de nosotros mismos.


Escribir es para nosotros una forma propia de ensayar un saber hacer con ese imposible que habita nuestra alma y nuestro corazón, escribir es el acto que enlaza a ambos con nuestro espíritu.


Hemos buscado en la forma de la investigación y del estudio ese rigor tan necesario en todo sistema de trabajo serio, hemos deseado desarrollar un sistema articulado de asociaciones que nos permita hacer sentir Ello que nos mueve.


La creación de nuestra propia casa en el mundo de la psicología y del psicoanálisis ha sido la orientación de nuestro deseo, ambos son desde hace años los campos desde donde hemos labrado nuestros puntos de partida.


El tedio y la repugnancia por el modo adoctrinado de abordar estos primeros campos de investigación, fueron creando un temor cada vez más grande dentro de nuestro corazón, el miedo a repetir aquí esas mismas inseguridades que moraban en otras áreas de nuestra vida íntima.



De ahí se deduce que si algo nos ha movido a presentar nuestra ampliación del discurso psicoanalítico, sí algo nos ha llevado a extender los empalmes de la psicología con otras áreas del interés humano, es el hecho de haber renunciado profundamente a ese temor a repetir antes mencionado.


De algún modo u otro todo ya está más o menos dicho, sin embargo la belleza de la lengua materna es precisamente su animación poética, es decir, creadora y artística.


Para decir algo propio en cualquier parte hay que ser un poco poeta, tener algo de artista. Uno debe verse en la necesidad de hacer algo nuevo con eso que su vida representa.


El topoanálisis es el arte de asociar lo que a primera vista no es evidente, es plegar lo no sabido con la experiencia. El topoanálisis es un camino para conocer mi realidad psíquica a partir de la producción de ideas e imágenes que la sostienen.


El trabajo del topoanálisis se concentra en el estudio psicológico sistemático de los pasajes de la vida íntima del ser humano.


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La psicología es el estudio del Yo humano. El Yo es esa función imaginaria que nos permite la relación con los objetos que llamamos "reales" cuando los experimentamos en el mundo empírico. El Yo tiene entonces un pie en lo imaginario y otro en lo real, desde éste último es desde donde se sostiene ¿En donde? En la materia que es el obrar del deseo inconsciente en su relación con el cuerpo habitado.


Sabemos que para obrar hay que hacer uso del cuerpo, pero dicho cuerpo pasa por las formas de la representación especular y simbólica, que son las formas a través de las cuales se construyen las identificaciones que confeccionan nuestro Yo más íntimo. Eso que se llama esquema corporal en la psicología académica tradicional.


De manera tal que el Yo se identifica con su cuerpo siguiendo las mismas vías que le permiten identificar en los demás objetos del mundo efectivo las propiedades elementales de la materia, a saber: la misma permanencia, impenetrabilidad, la misma extensión y movilidad que atribuye a su cuerpo propio, la identifica en los demás objetos del mundo como representación.


Cuan bello es el mutuo apoyo que comparten la imagen de nuestro cuerpo con la materia que es nuestro obrar.


Para conocer los pliegues de la subjetividad se debe trabajar rigurosamente como un científico, ver el detalle como un cocinero, pero al mismos tiempo se debe buscar la expresión clara de una sensibilidad poética ante la vida, para hacer un topoanálisis de estos pliegues de la subjetividad humana, se debe trabajar el discurso como un ceramista revive los orígenes del fuego y del barro en su taller, como el arquitecto que proyecta una casa.


Bruno Zevi, Juhani Pallasmaa, Gaston Bachelard y Ferrán Adriá son los maestros que nos han hecho ver al discurso como una cosa viva que responde permanentemente a la pregunta que encarnamos con toda nuestra vida.


No nos detuvimos en la clínica dinámica universitaria, nos hemos procurado la teorización más ordenada posible de la llamada clínica borromea o nodal de la subjetividad contemporánea, a partir de la asimilación del estudio de los pliegues de la subjetividad a las formas del tiempo, el espacio y la causalidad, que es la materia propiamente hablando, es decir, la reunión de lo simbólico, lo imaginario y lo real.


El topoanálisis funciona como puente por medio del cual avanzamos hacia tal asimilación, tanto de lo que somos en función de lo que hacemos como de lo que pensamos en función de lo que aspiramos.


Nos preguntamos por el cómo identificaciones tan distintas gravitan alrededor del mismo agujero que es el Yo.


El topoanálisis es un sistema de asociación auxiliar para la investigación poética en los estudios del alma humana.


Dentro de este orden hay que abandonar toda hipótesis que pretenda sostener un real aislado, absoluto. Lo real solo se pone en juego de manera subjetiva.


En el abordaje topoanalítico del alma renunciamos de entrada a la suposición de la multidiversidad en lo real para esta especie hablante, el real en juego es el mismo para cada ser hablante por cuanto un hombre es todos los hombres, es decir, la pluralidad solo es la apariencia de la cosa que es el ser hablante, pero en el fondo cada uno está atravesado por la misma falta y por el mismo dolor de existir.


De manera que la forma en la que cada uno se confronta con su deseo eso es su ética, su acto individual. Esta es toda la esencia de la pregunta por la psicología del ser hablante, lo que la gente hace.


Los modos de goce que el ser hablante, sin embargo, despliega ante nosotros no pasan enteramente por las formas de la psique sino a través de las pulsiones del cuerpo, diferenciando a su vez a cada ser hablante y otorgándole así la dignidad a cada sujeto de la Idea de sí mismo.


En el topoanálisis del hombre y de la mujer descubrimos que ambos están atravesados por el peso de cada uno de sus actos, y encontramos que el goce poético que experimenta cada ser hablante con la vida, es una pena, una carga de la que solo puede dar cuenta cada uno por medio de la responsabilidad asumida ante su deseo.


La vida no discrimina una singularidad en lo real que tome la forma de alguno de los contornos de la sexuación, la vida es real precisamente porque se encuentra por fuera de las formas del tiempo y del espacio que toda especie animal supone.


Hombre y Mujer son eso real de la vida en el sentido de que ya representan un carácter atemporal y una cualidad oculta de la misma, esta qualitas occulta de la naturaleza expresa que para manifestarse ésta tenga que dividirse.


Dicha división es la forma que adquiere toda representación de la vida, Sujeto/Objeto.


A partir de entonces ya no podemos dejar de tener en cuenta que el germen poético del topoanálisis es también su esencia subversiva, porque la creación poética de un mundo propio, de una psicología propia es el esfuerzo de un lazo nuevo con el otro y entre nosotros.


Un esfuerzo que hacemos no por un mero gusto en los valores de la vanguardia, sino por alejarnos de aquel temor renovado a repetir las sentencias lacanianas como quien repite versículos bíblicos, a fin de dar a un discurso todavía no autorizado apariencia de erudición, tal y como lo vimos durante 8 años en el seno de las instituciones psicoanalíticas.


Llámennos inconformistas pero que se reconozca o no este trabajo, por los astros que me habitan, no dejaría jamás de escribirlo aunque solo lo leyese yo mismo en esta vida.


Para crear un mundo propio, una psicología propia hace falta mucha imaginación poética. Gracias a ella vamos confeccionando la poesía de esa imagen que somos como Ideal del Otro, como Ideal del Yo, esa imagen que hacemos con los actos de nuestro carácter, esa imagen puede angustiarnos o puede darnos paz, depende de cómo nos hable en nuestro sentido interno, en nuestra conexión con la experiencia del tiempo.

Así podemos apreciar otra cara de la interacción entre la Idea en el tiempo, en lo simbólico y la imagen en el espacio, en lo imaginario, con lo real de los actos de la vida cotidiana, fiel espejo de los hábitos y costumbres inconscientes de la vida íntima del sujeto.




Gastón Bachelard (1960)

Este esquema del topoanálisis se sostiene en mi propio Ideal del yo, hace vida conmigo en esa forma de guerra privada, de lucha íntima. Forma parte fundamental de mi relación al otro semejante, especular y es también espejo de la relación que guardo con el Otro de la palabra y del lenguaje.


La imagen que sostiene el topoanálisis es la de un acto poético, sin pasado ni futuro, una imagen siempre dibujada en el presente. Es la misma imagen de aquel cuento de Borges acerca de un hombre que se puso a dibujar el mundo y terminó dibujando la imagen de su rostro.


En la creación de este puente inaudito nos ha acompañado la fe, esa que veo en la forma de los caminos que nos esperaban del otro lado, para empezar a andarlos y a descubrirlos.


El topoanálisis es nuestra casa construida en el presente del deseo indestructible que nos habita, es la reunión de un trabajo del alma, de una labor del cuerpo y un pulso del espíritu.


Aspiramos a esta nueva reunión de manera cotidiana y doméstica.


La repercusión y la resonancia que genera la imagen poética en la vida del ser hablante comienza en el espacio especular, en el espacio que compartimos con el otro del espejo.


A su vez la imagen poética se sostiene también en el tiempo gracias a la función del Ideal antes mencionado, esta función sólo se experimenta en lo simbólico de manera individual, de manera subjetiva encarnando a su vez los ritos que nos vinculan públicamente con el Otro.


El topoanálisis enseña que estudiando el interior de nuestra subjetividad, nos lleva a conocer el exterior de nuestras relaciones comunitarias de manera simultánea.


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Nos orientamos a promover una clínica dentro del psicoanálisis que tenga por suya la fenomenología de la imaginación, entendiendo que esta permite apreciar de cerca la función del Ideal, a través de la manifestación de una forma de ser en el tiempo que se ve encapsulada dentro de una imagen inconsciente, esta fijación a una forma de ser se repite en el espacio bajo una forma de actuar en la vida cotidiana.


De modo tal que el ideal es simbólico por el lado del sujeto que lo vive, y es real por el lado del cuerpo que lo interpreta en el pliegue con la imagen de Yo.


Así es como buscamos desarrollar topoanalíticamente un estudio a fondo del fenómeno de la imagen, cuya relación con el tiempo siempre se conjuga en el presente, porque no basta sino un mero instante para capturar a nuestro ser para siempre en el espacio de la imagen poética, esa imagen que se engancha con el tiempo y que se asocia a un goce efímero pero poderoso dentro de nuestra vida anímica.


En el curso de un psicoanálisis surgen en el decir del analizante, esos instantes por donde vemos dibujarse una nueva imagen poética, un producto directo del deseo que habita el corazón y que es capturado en un instante.

Tal y como el Haiku japonés una poética del instante, de lo efímero, frágil y poderoso que hay en nosotros.


Porque tal y como vemos la forma de un rayo luminoso en la oscuridad de la noche, así también sentimos en el discurso de cada paciente esos momentos a los que se refería Lacan con el nombre de momentos de palabra plena.


El verbo, la palabra toca a la acción, a lo más real del cuerpo que es su acto, porque la relación del sujeto del inconsciente con su cuerpo es tan íntima y enigmática como directa y efectiva es la manifestación de todo su obrar.


Este es el famoso pliegue entre lo Real y el tiempo, un pliegue de la subjetividad que es extremadamente raro y complejo, pero que resulta hermoso pues despertó en nosotros las preguntas metafísicas y metapsicológicas que el topoanálisis aborda.

Hay algo del Ideal que no pasa por el tiempo, es decir, algo en la capacidad de idealización del hombre es real.


Schopenhauer me ha acompañado en las preguntas metafísicas, mientras que Freud amparó el difícil parto de las preguntas metapsicológicas, cuyos esfuerzos por dar respuesta es este recorrido para generar el estudio topoanalítico de la subjetividad.


La materia y su estatuto no ha estado nunca muy claro en el discurso psicoanalítico, éste fue el punto áureo de aquellas preguntas mencionadas. Y es que ha habido y sigue habiendo una especie de acuerdo tácito acerca de eso a lo que nos referimos cuando hacemos uso de palabras como moterialité o sustancia gozante, sustancia de goce en psicoanálisis.


A este respecto hemos dado algunas nuevas formulaciones en nuestros trabajos sobre los pliegues de la subjetividad, por lo que evitaremos repetir dichos desarrollos aquí y confiamos en que aquel o aquella que quiera acercarse en verdad al arte del topoanálisis del alma, no encontrará ningún inconveniente en examinar nuestro trabajo íntegramente.


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El guiño de toda psicología radica en ese espacio entre lo pensado, lo dicho y lo hecho, ya que se puede conocer lo que se piensa de manera retroactiva, de manera sucesiva o de manera anticipada, como cuando se nos viene una idea a la cabeza, pero no así se puede conocer el carácter propio antes de la manifestación del acto efectivo, solo nuestros actos dibujan fielmente la imagen de lo que somos y lo que deseamos.


No hace falta ser psicólogo para saber que el mayor de los acentos de un sujeto no está puesto en lo que piensa o en lo que dice, sino antes bien en lo que hace.


Es un hecho que nuestros dichos se ven interrumpidos cotidianamente por otros hilos simbólicos de pensamientos, que discurrían en nosotros paralelamente al discurso oral que estábamos pronunciando, así como también, nos solemos ver inhibidos por olvidos y lagunas que son la expresión del corte de alguno de esos hilos de pensamiento anteriores.


Hemos de decir que el nombre de nuestro naciente arte fue un regalo de Gaston Bachelard, filósofo francés al que queremos afectuosamente y con quien estamos profundamente agradecidos.


Bachelard nos regaló el nombre de una inquietud que se iba acentuando en nosotros, él nos regaló mil nombres y mil puentes. Bachelard fue el arquitecto del plano del topoanálisis y nosotros los constructores de ese puente, de esa obra programada por el genio y el trabajo de Bachelard.


Él compuso la pieza y nosotros vamos en esta obra a interpretarla para el lector.


Precisamente por el miedo a repetir eternamente lo dicho por otros, se nos reveló la necesidad de asociar al discurso e investigación psicoanalítica con otros discursos hasta entonces no examinados, el primero y menos evidente fue la arquitectura, luego la música. Así fuimos construyendo las paredes de esta casa, como respuesta a esa pregunta por la ética de nuestros actos tanto en el camino profesional como en el camino humano.


Así se fue construyendo en nosotros una autorización muy íntima y al mismo tiempo un profundo sentido del espacio. Sabíamos que tras nuestro contacto con la filosofía de Schopenhauer y la relectura de Freud a la luz del primero, nada de lo que estábamos comenzando a asociar, a escribir y a describir se había puesto por escrito en alguna otra investigación psicológica por nosotros conocida.


La forma creativa de encontrar a cada paso exige una fe extrema en lo buscado, finalmente esto ya habita en mi corazón, Yo mismo soy eso que busco por lo que encontrar solo es cuestión de tiempo y de ritmo.


La relación con la arquitectura nos ha transmitido la valiosa enseñanza del registro imaginario como función del espacio en tanto dinamizado por el tiempo. Esto nos llevaría a afirmar con certeza que el pliegue entre lo real y el espacio, es en el estudio de la psicología humana y en la investigación topoanalítica de los pliegues de la subjetividad tan independiente y autónomo, como lo es el pliegue entre la materia y el tiempo recientemente mencionado e investigado por el psicoanálisis clínicamente.


El avenir de estas elaboraciones a partir de nuestro método de asociación topoanalítica, nos acercarían a la fenomenología de la imaginación poética como lugar donde se trabajan las significaciones que habitan el pliegue entre lo real y el espacio, es decir, entre el cuerpo y la imagen del Yo.


Es en este pliegue donde el ser humano habita el sentido que le da a su existencia, pasamos casi todo nuestro tiempo consciente en este pliegue que conocemos como realidad empírica y que habitamos bajo una supuesta identidad perceptiva como dice Freud en La interpretación de los sueños.


El proceso de conceptualización del topoanálisis se sirvió de la teoría sobre la visión y los colores de Goethe y de Schopenhauer, únicas que parten de un lugar distinto de la teoría del color de Isaac Newton, del estudio del Principio de Razón suficiente de Kant y de la doble revisión de la obra El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer.


Sin embargo el esquema fundamental aquí esbozado nunca hubiese sido el que veremos desarrollarse a lo largo de esta obra, de no haber sido por el trascendental contacto con La poética del espacio de Gaston Bachelard, verdadera raíz epistemológica del topoanálisis, es en este libro donde está el plano de nuestra casa, de nuestro granito de arena.

A partir de aquí hemos de crear un forma propia de entender la psicología humana.

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Es en La poética del espacio partir donde confirmaríamos la convicción sentida desde hace años, esa que nos condujo a creer en que la imaginación es tan esencial para la creación del mundo, para la confección y sostén de una realidad psíquica, como lo es la simbolización de la muerte para la producción de una función psíquica como tal, para la introducción de la lengua materna.


Este camino nos ha llevado a localizar más claramente el lugar de lo imaginario en la psicología del ser hablante, lo imaginario también es el espacio dinamizado por las significaciones del Yo las cuales son temporales y rítmicas.


Esto nos orientó a asumir el estudio de lo imaginario como un proyecto en arquitectura, así se nos volvió a presentar la pregunta por la psicología como hogar del Yo humano.


El Yo habita en sus hábitos, en sus costumbres, la identidad perceptiva que llamamos Yo descansa en los actos que son gobierno de nuestros deseos inconscientes. El guiño de toda psicología hemos dicho, descansa en este abismo entre lo pensado, lo dicho y lo hecho como decía sabiamente Arturo Uslar Pietri, el abismo entre la palabra dicha, el pensamiento y la acción.


El Yo es esa máscara que recubre este abismo, cual valioso y necesario agujero.


Una imagen se sostiene en un instante de eterno presente cuando se cristaliza por la vía del bien decir ético, es decir, cuando nombramos por primera vez nuestro deseo como causado, entonces escuchamos la poesía que nos habita en tanto seres hablantes, ésta es la parte melódica de las significaciones éticas del acto como tal.


Ese instante que solo se conjuga en el presente del acto del decir, nos muestra cómo subyace el sentido interno, el tiempo a la relación de la imagen con lo real, esta es la metafísica de la imaginación poética de la que habla Bachelard en La poética del espacio, en el sentido profundamente enigmático de que uno solo conoce lo que quiere, uno solo ve lo que desea pues cada uno es solo aquello que hace y lo que hace es lo que es.


En eso que somos como respuestas a lo real de la falta de sentido en el lugar del Otro, en la falta de origen del lenguaje, en eso vemos al Ideal y a la Imagen del Yo ir de la mano.


La imagen concentra y condensa la actividad psíquica en la forma de la relación al otro especular. Por su parte el ideal anticipa en su forma desdoblada de acción sobre la psicología y sobre el comportamiento una significación al deseo del Otro en el tiempo.

Dos tipos diferentes de representaciones que responde por la misma pregunta en el inconsciente.


¿Cómo me quiere el Otro?


Ahí radica la diferencia y la semejanza más delicada entre pensar e imaginar, en el límite entre ambos trabaja el topoanálisis.


Así encontramos el camino para dibujar lo más próximo a una subjetividad pura pero efímera, en el extraño hecho de “la transubjetividad de la imagen poética”, es decir, la acción que ésta ejerce sobre otros corazones, dada su resonancia y su repercusión en el cuerpo.


La imagen poética no precisa de un saber abstracto, ella se basa en ese modo de representar originario del que Freud habla en La interpretación de los sueños.


El símbolo, el significante no es la moneda de cambio exclusiva del deseo, la simbolización solo conforma la estructura y el transporte de las imágenes enlazadas a afectos, así se transmite una imagen de un alma a otra y de un corazón al otro.


El primer modelo de la imagen poética es el rostro humano en el espacio y los primeros versos que escuchamos provienen de su discurso en el tiempo.


Cada imagen poética nos habla a lo profundo de nuestro ser, nos enseña que el poeta en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje, es decir, en tanto que poetas de nuestro decir tenemos el don de tocar el orden mítico de nuestra vida como seres hablantes, de transformar el mundo y redimirnos en el esfuerzo.


El topoanálisis busca pues generar una verdadera fenomenología de los pliegues del alma humana, no de su espíritu como pensó Hegel. El espíritu del ser hablante en tanto que real está por fuera de la imagen y del símbolo, se encuentra por fuera del tiempo y del espacio que son las formas del fenómeno propiamente hablando.


En La poética del espacio encontramos una confirmación a la insistencia con la que hemos deseado dibujar una enseñanza que considerase a las funciones del alma y del espíritu por separado, pero que sin embargo analize sus lugares de sutura.


Bachelard es el autor de esta confirmación cuando en su libro diferencia los fenómenos del alma como es el caso de la poesía, de las producciones del espíritu como es el caso de la locura del hombre y de la mujer.


La Poética del espacio (1957)

Hay una comunicación primaria entre el alma y el espíritu de la cual puede dar cuenta la costumbre más antigua que tenemos, a saber, nuestra respiración. En ella se sostienen el aliento y la voz al mismo tiempo, de modo que para el poeta que somos, la proximidad de su instrumento le señala la excelencia del mismo gracias a su propio cuerpo.


Esa es la relación creadora del poeta con la lengua materna, ese queremos que sea el estatuto del topoanalísta consigo mismo. Crear para respirar.


La poesía manifiesta fuerzas que no pasan por los circuitos del saber, son fuerzas reales que habitan el cuerpo y que pueden cambiar el ritmo de nuestra respiración, el tono de la voz y el estado de nuestro aliento en el instante del acto del decir poético.


Los goces poéticos que esta vida encierra no pasan por el saber, no pasan por el sentido. Esto es lo que hace que nuestro ensueño que es la vida vigil se confunda con el sueño a la hora de dormir. Lo único que es capaz de despertarnos es la certeza del acto que le arrebata a la angustia su jefatura sobre nosotros, ese acto es un acto ético que parte del bien-decir propio.


Pues también en la vigilia estamos dentro de cada interacción y somos nuestro propio eco en el mensaje invertido que recibimos del otro.


Sabemos que lo real de esta vida sobrepasa nuestras aptitudes poéticas y artísticas, esta es la herida que nunca se cierra, porque en la poesía como tal el espíritu puede prefigurar, anticipar en el sentido de proyecto un poema completo y acabado.


Vemos el mismo quehacer del espíritu en la arquitectura, la cual si no es poesía no es arquitectura de verdad, por ejemplo; en los testimonios de los alumnos de Frank Lloyd Wright que lo vieron dibujar en tres horas los planos enteros de la Casa de la cascada en 1939.


Pero la amplitud de la vida de cada ser hablante es demasiado vasta para que quepa entera y acabadamente en una imagen por muy poética que sea, la imagen poética no puede hacer proyecto para la totalidad de la vida cotidiana, ya que el espíritu puede orientar las fuerzas del deseo a un objeto determinado pero no puede orientarse hacia su causa todo el tiempo a cada instante.


Las exigencias de esa vida cotidiana nos impiden tal proyección, de igual manera en la que un guepardo no puede correr a máxima velocidad por la sabana, así tampoco podemos aspirar a tener una imagen acabada de nosotros mismos.


Vemos que es en ese terreno donde se lucha la batalla por la imagen de paz que aspiramos dibujar con los actos de nuestra vida más privada. Ese terreno es el del acto.


Los actos sostienen lo que somos, sostienen nuestras imágenes, nuestro deseo y nuestro modo de goce, por eso si aspiramos a un poco de poesía en esa vida diaria que cuidamos tan de cerca, no debemos temer a inaugurar una nueva forma de nosotros mismos, no debemos de temer a la formación de algo distinto en nosotros. esa es la definición de poesía que nos da Bachelard en su poética.


"la poesía es un alma inaugurando una forma".


Hay una fuerzo oculta pero creadora para quien reconoce en su vergüenza por desear ser amado, reconocemos de una forma muy íntima cuando esa luz interior alumbra de una forma nueva un rincón hasta entonces desconocido de nuestro corazón, y así se descubre una nueva forma de habitar la vida, así inauguramos una nueva forma de ver el mundo a nuestro alrededor.


Este milagro no es un sustituto de otro ideal del deseo, sino es un lugar donde éste deseo puede tener finalmente alguna paz.


En el topoanálisis se busca hacer con lo que abunda en la vida, a saber, desolación, desamparo, angustia y muerte, se busca hacer con todo esto una obra de arte. Queremos captar el ser en acto y esto nos lo regala el decir en el tiempo y la posibilidad de habitar poéticamente nuestro propio cuerpo en el espacio.


La imagen poética es el lugar donde se recaptura ese sin sentido de la relación que mi deseo guarda con el objeto que lo causa, es el lugar donde se reincorpora a nuestra economía psíquica un exceso de lo real propio de la vida que nuestras facultades no pueden representar ni simbólica ni intuitivamente.


De ahí que desde la creación que implica el hablar se puede dibujar un bien-decir subjetivo, éste es considerado en la ética que alude al acto como la esencia del buen-vivir que todo ser hablante persigue.


Esta creación que es la palabra tiene en sí la emergencia que llamamos imagen poética, de manera que es una función transportada en las experiencias más esenciales de la vida, por ejemplo; en la adquisición del lenguaje.


Asociamos a cada imagen una palabra y así creamos nuestro mundo, pero para ser poetas no nos basta esta asociación, ya que se trata de vivir lo no vivido, de no repetir sin saber. La fenomenología del sentido poético nos transmite como las expresiones lingüísticas del habla, alteran las expresiones dinámicas del espacio vivido y habitado por nosotros.




























 
 
 
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