El Velo de Eros
- Andres E. Borregales M.
- Dec 28, 2018
- 5 min read

Nota del editor: Texto de cierre del año 2018.
El Velo de Eros
¿Qué hay delante de un corazón que busca?
Un alma que encuentra.
El narcisismo es el estado primigenio de toda armazón psíquica, propiamente hablando es en el espejo del otro donde la organización imaginaria comienza a animarse, es a partir de ahí que nuestros afectos se pliegan a las palabras y la a presencia del Otro.
Es por replicarnos en esa presencia, por reconocernos gracias a ella que amamos al Otro, es por esa vía que nos apegamos a su discurso con nuestro cuerpo propio.
Eso nos habla muy íntimamente.
De manera tal que para la confección del tejido que es la función psíquica, cuyas formas son el tiempo y el espacio, debemos de dar un paso en falso y atravesar un inmaterial que nos toca en lo más real de nuestro ser, esto es el íntimo apego al Otro.
Imagino a este inmaterial como un velo de amor que anuda al espíritu, al alma y al cuerpo, en psicoanálisis esto es un anudamiento de cuerpo, siendo lo que permite el reconocimiento jubiloso en el espejo del otro, enamorarse, hacer pareja, querer tener hijos o no, etc.
Este velo de amor es el Eros que Freud descubrió en la líbido humana, esa sola y única fuente de toda vitalidad pulsional que nunca se dividió en masculina y femenina porque es una y la misma para los dos sexos.
El hombre y la mujer están sometidos por igual al real de la muerte y del sexo.
El velo de Eros o velo de amor es también erótico por tener un pie justo ahí, en el sexo que es sin duda alguna el aspecto más real del carácter de nuestra especie, es decir, ese elemento que toca lo espiritual.
Todos sabemos que Eso habla porque sentimos los efectos del discurso del Amo en nuestros cuerpos, pero no nos sabemos interrogar a diario sí...
¿Eso Ama?
¿Cómo Eso libidiniza el mundo y la vida, el deseo y la muerte?
El apego al Otro es un territorio inexplorado a mi modo de entender en el psicoanálisis, por mucho que Lacan lo abordara en las formas del vel aliente en los procesos de causación subjetiva.
Hasta ahora lo expuesto es lo que dice un analista.
A partir de aquí hablaré como un amante.
Apegado como estoy a esta causa que es mi vida, mi mujer, mi mundo y mis objetos, a pesar de toda futilidad el velo de Eros hace posible el ensueño de todo esfuerzo, de todo goce y de todo afán.
Y así solo me queda amar en cada acto, con detalle, en voz baja, de cerca para ver lo grande en lo pequeño.
Conviene no preocuparse del qué seré sino encargarse de lo que se hace y de que eso que se hace se haga con amor.
De ahí que comenzara hablando acerca del narcisismo, por eso cuando vemos que detrás del velo erótico que es el mundo como apego al Otro no hay nada, se entiende, se alcanza a ver la lógica que el acto cotidiano implica, la extensión posible de su medida libidinizadora y subversiva tanto del significante como de sus corrientes que son las vida de los hombres.
¿Sí no es el amor sexual lo que causa estos destinos qué es?
Deseo para usted que me lee en estas vísperas de año nuevo el recuerdo de que más allá de lo que hacemos, si procuramos hacerlo con amor entonces nos acercaremos al sano entendimiento de que la nuestra es una especie amorosa.
Somos la única de las formas eternas de la naturaleza que tiene al menos tres relaciones diferentes con el tiempo y estoy seguro de que en el corazón del Eros late el mismo tiempo que en el mío.
Cada erótica tiene una relación temporal en función del discurso que la moldea, pero el tiempo existe para todas las eróticas de la vida humana pues todas son significaciones del deseo del Otro.
Sin embargo, es bueno que nos preguntemos
¿Cual es el límite del amor?
El odio. En ese sentido estamos enterados de que ambos forman dos caras de la misma moneda.
Pero aun así yo insisto en el acto amoroso porque es en el Velo de Eros donde está lo que podemos llamar mundo y no tendría ningún sentido, no animaría ningún deseo si cada quien no se viese así mismo como el centro del mundo.
Neuróticos y psicóticos por igual.
Es el extraño e inefable apego al Otro lo que hace que el espíritu que es uno solo, como la líbido es una sola, se reconozca a sí mismo en todas las identificaciones que configuran a la subjetividad, haciendo posible el borde de ese punto de fuga de la representación, es decir, de la división de todo fenómeno en sujeto y objeto. En dicho punto de fuga ubicamos a la función psíquica y al mundo finalmente.
Solo lo idéntico reconoce a lo idéntico en la identificación imaginaria, simbólica y real.
Solo el apego encausa al espíritu a entrar en las formas de la subjetividad que son el espacio y el tiempo. Solo a partir de ahí puedo amar que es en verdad compartir todo lo anterior.
El Velo de Eros es la última frontera frente al real desnudo de la muerte. El amor es el único que hace condescender al goce, el que hace condescender a la pulsión de muerte al deseo.
Pero de qué vale esa condescendencia sino es para dar amor y no avergonzarnos de desear ser amados.
Para hacer ese Velo tan necesario no hace falta acostarse con tod@s como creyeron los hippies en la revolución sexual de los años 60, casi podríamos rastrear la producción del virus del VIH 20 años después por los excesos de la erótica que una generación entera levantó como bandera.
De modo tal que el velo erótico no se hace solo en la cama sino en la manera en la que habitamos nuestras ciudades como hogar de nuestra casa, nuestra casa como hogar de nuestros cuerpos y nuestros cuerpos como hogar de nuestra alma .
Condescender implica necesariamente a la voluntad ajena, tomar en cuenta ese goce del otro.
No soy fan de la palabra pero la frase en la que se inscribe la escuché hace mucho y parafraseando me consigo ahora con que si la voluntad propia está en conflicto consigo misma, cualquiera diría entonces que amar en cada acto es un ideal muy alto.
Tomar en cuenta a la voluntad ajena es decir, condescender no es amar.
Pero Eros que es el único habitante de la líbido para ambos sexos, es decir para la erótica de la especie podría ser la pista del material con el que construyamos el Velo en cuestión.
Insisto pues en que el material para dicha construcción son nuestros actos cotidianos finalmente. En este mismo sentido cada uno es el juez de su conducta, cada uno de nosotros encarna el vacío desde donde el amor, el deseo y goce se condesciende mutua y lentamente.
Despacio, siempre hay tiempo para el amor.
El amor es el germen poético de nuestra vida y lo vemos expresarse en cada acto desinteresado.
Hacer poesía es a lo que aspiramos en esta vida, cada uno a su escala, a su ritmo, en su tiempo.
Yo hago este experimento en el laboratorio íntimo de mi casa y hasta ahora he obtenido “mejores resultados” en la medida en la que actuó poéticamente.
Ahí está la medida y forma en la que cada quien puede pararse delante del velo de Eros que es su propio corazón, porque la vida humana no tiene fin sino en el otro, en los otros.
Esta vida es para compartirla.
La locura como forma de quedar fuera de la locura del lazo social es una forma de morir en vida. El amor es la fuerza de la naturaleza que ha estabilizado a más vidas que cualquier psicoanálisis jamás desarrollado.
El amor es la fuerza de mayor alivio espiritual. Así que apostar por el Velo de Eros es encontrar lo grande en lo pequeño, es el detalle en donde lo veremos cristalizarse, en voz baja y de forma propia.
Estos son los valores de una poética psicoanalítica para, en y desde el siglo XXI. Todas preposiciones que denotan la multiplicidad de formas en las que aspiramos a tejer praxis y discurso.
Con todo mi corazón
Con todo mi amor para mi esposa. Florencia
Gracias.