Como una caja de bombones
- Andres E. Borregales M.
- Sep 28, 2018
- 6 min read

Nota del editor: Último texto dentro el abordaje de las funciones espaciales en el marco de la investigación sobre la causalidad en las psicosis.
A mi familia
Habiendo andado por caminos no explorados hemos regresado ahora solo para salir de nuevo. Con esta palabra salir se detenía mi última sesión analítica, aun me pregunto ¿Saliendo de qué? o ¿De donde, quizás?
Sin duda alguna no del tema que nos atañe en estas líneas, antes bien saliendo de un discurso, de un ideal, es decir, de una forma de ver el mundo.
"La vida es como una caja de bombones"
Esta gran frase de ese film que tanto me marcó desde pequeño, Forrest Gump, nos recuerda dulcemente aquel desconocimiento tan dramático y a su vez tan esencial que mora dentro de cada uno de nosotros y al cual llamamos identidad.
Así cada quien se conoce de dos formas diferentes. Desde adentro en sus anhelos, sueños y deseos y desde afuera en sus relaciones, errores y en sus actos. Sin embargo es la repetición del carácter inconsciente la que realmente encarnamos en la psicopatología de la vida cotidiana. Sobre este último punto, articulado con el tema del acto del cuerpo propio, hablaré más adelante.
Recapitulando los textos anteriores, pudimos trabajar el pliegue Real-Imaginario de la subjetividad o como también lo conocemos: la materia y el espejo del otro, que es el registro imaginario en su articulación mutua y continua con la estructura, el plano y el espacio.
Abordamos la alienación que ocurre a nivel de la imagen especular o imagen de la especie, la captura alienante a la forma de esta imagen individuada en el espacio y que conocemos en el psicoanálisis como Uno del cuerpo individuado. Este Uno no es la base del sujeto sino del agujero que es el Yo, agujero solidario a la nombrada identidad por articularse con la imagen del otro, del semejante, de la especie.
Hemos recorrido los estrechos vínculos entre las propiedades fundamentales de la materia: la impenetrabilidad, extensión, permanencia y movilidad, analizando detalladamente sus vínculos con las leyes geométricas del registro imaginario para así buscar una ampliación lógica a los límites comprendidos hasta ahora en el estadio del espejo. Como veremos la movilidad y la última propiedad aun no mencionada que es la gravedad, nos permitirán retroactivamente releer el pliegue entre el espacio y el tiempo, a saber, entre lo imaginario y lo simbólico.
Deseamos dar una vuelta más por el espacio y así lo haremos hoy para finalmente terminar conversando sobre lo real, es decir, sobre la materia de la que estamos hechos.
Al marco de la investigación sobre la causalidad en las psicosis que tuvo comienzo hace un año y que ha generado toda esta travesía, le damos cierre pues de una manera formal para nosotros y esperamos que con alguna medida de gracia para quien nos lea.
¿Qué considera lo esencial en este mundo?
Hasta ahora solo he encontrado unas pocas cosas que lo hagan: el arte que es la obra del genio, el psicoanálisis como recorrido de un analizante y la cocina que es la cotidianidad pura.
Así nuestra hoja de vuelo nos acercó al lugar de la identificación como portador del germen que hace brotar el primer hilo de la causalidad a la que nos abonamos o no en lo real, este es el verdadero finisterre del que el psicoanálisis puede dar cuenta en la alienación implicada en cada registro subjetivo. Real- simbólico - imaginario.
De esta manera no dudamos en colocar al binomio alienación - separación, causal de la topología subjetiva, bajo uno y mismo techo que es el de la identificación. En este sentido el complejo vida y muerte quedan incluidos en este proceso cuya matriz es doble. El cómo eso se vincula con la vida y con el goce nos es dado siempre por el lugar donde eso que somos en lo real se recaptura irremediablemente en la separación, como eso muere todos los días podríamos decir, en la medida en que implica el acto del cuerpo propio en relación con lo pensado, mostrándonos la profunda hiancia que hay entre lo que pienso, lo que digo y lo que hago.
Para los venezolanos nuestro espacio indentificatorio no es el hogar propiamente hablando, de acuerdo con el arquitecto caraqueño Luis Polito es el espacio abierto, al aire libre, al exterior bajo la sombra de un apamate o una ceiba. Este es según L.Polito nuestro patrimonio cultural, que aun cuando parece un aspecto intangible sin duda deja su huella en lo que se hace y en lo que no dentro de nuestro ambiente tropical.
Esta imagen de la casa, la ciudad, la cultura y su expresión en el espacio y en el tiempo genera, por ejemplo, la separación entre lo sagrado y lo profano. Para nosotros esta separación no es valida ni necesaria, ya que sabemos que ni el uno ni el otro son lo real que nos orienta y guía.
Lo real es lo esencial y es ahí donde hemos reencontrado al espíritu, en la misma profunda significación en la que arquitectos, músicos y filósofos lo nombran y conocen.
El espíritu es real porque no teniendo representación se reconoce así mismo. Solo lo idéntico reconoce a lo idéntico en el proceso nombrado de la identificación, solo el espíritu pues puede reconocer al espíritu.
Recordemos que la belleza o la fealdad de una forma se halla únicamente en el espacio y que la trascendencia de un acto, por pequeño que este movimiento sea, supone necesariamente una relación con el tiempo.
En mi relación con el psicoanálisis me doy por enterado de la existencia relativa de toda relación, incluyendo la sexual, ya que esta solo se sostiene por sus coordenadas entre el espacio y el tiempo. Lo real es por tanto excéntrico a estas coordenadas.
En nuestra investigación hemos verificado que la manera más cercana en la que lo real se identifica con el cuerpo es por la vía del afecto, aún cuando éste está transportado por el tiempo, es decir por el significante, el quantum de afecto del que hablaba Freud excede a los límites del tiempo y del espacio como infinitamente divisibles, justamente porque este quantum de afecto, esta afección real que se vive y goza en el cuerpo es propiamente hablando un resto indivisible.
Si hemos mencionado a la forma y al cuerpo es para dar la pista de que en el ser hablante, la imagen de su cuerpo captura una realidad inmanente por medio de la cual se puede evocar en la percepción de cosas y eventos distintos un continuo (no-todo) coherente en el pliegue imaginario - simbólico.
Así la realidad psíquica es asimilada por los sentidos del cuerpo desde donde se recogen como meros datos y luego transformados en lo real gracias a la verdad y su deseo.
Habiendo abordado anteriormente las propiedades de la materia en el pliegue Real-Imaginario, habrá notado el más atento que la movilidad y la gravedad del objeto que somos en la realidad efectiva, solo se juega de una manera más propia y dinámica en la medida en la que estamos en movimiento, este es una introducción propia y exclusiva de la metonimia que solo habita en lenguaje. En el mero espacio todo es inmóvil.
Para aprender a moverse hace falta tiempo y un cuerpo. El niño cuando aprende a caminar ya ha tocado el espejo del otro en el espacio como vimos, y a su vez su deseo es activado en lo simbólico por el campo del lenguaje en su anudamiento con el goce. Es este encuentro consigo mismo el que lo pondrá en su órbita inconsciente para siempre.
Vemos pues que lo que el cuerpo humano (forma+cualidad) implica, incluyendo por supuesto la afección de los sentidos, es el verdadero "advenimiento" que ya tantas veces hemos nombrado. El tripode R-S-I.
En este sentido la independencia de lo real, del espíritu respecto del propio cuerpo en tanto afección, nos lleva a admitir que los límites del cuerpo son sobrepasados por los límites del espíritu permanentemente. Para bien o para mal dirán algunos.
El cuerpo no existe antes de ser asumido como causa perdida en el mundo como representación, donde lo que anima a este cuerpo de manera esencial, el goce que hay por encontrar no es representable realmente, al menos no por la ciencia sino por el arte, es decir, el verdadero pliegue entre lo real y el tiempo no lo va a describir la ciencia en ese empalme imposible en el que la neurociencia cree y al cual perseguirá para siempre. A ese pliegue entre la materia y el tiempo solo lo conocemos en el sexo y en el arte.
Un cuerpo adolorido puede ignorarse completamente a sí mismo.
El lenguaje común que siempre nos da grandes enseñanzas evoca lo que estoy diciendo en frases como:
El brazo de la ley
El corazón de la ciudad
Los pies de la montaña
Nos hemos deleitado con el tiempo y con el espacio, pero lo real viene de ese vacío creador desde donde resonamos como eco propio del pulso que nos habita.