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Sobre la cuestión del tiempo

  • Andres E. Borregales M.
  • Dec 28, 2017
  • 3 min read

A slice of sky by Alejandro Beltran

Nota del editor. Texto de cierre del año lectivo 2017, escrito en el marco de la investigación sobre las psicosis.



Llegando al final de un año una pequeña reflexión sobre el tiempo no se hace necesaria, sin embargo para quien la escribe resulta indispensable.


Preguntarse por el problema del tiempo es esencial, es el gran campo donde buscamos lo que cambia fundamentalmente, también donde encontramos lo que nos sorprende en la medida que permanece inalterado por la función que introducimos.


El tiempo le da su forma al pensamiento, es una de las que adopta el entendimiento conjuntamente con el espacio y la causalidad, es decir, la atribución de causas en los fenómenos que nos son dados en el mundo en tanto que representación. Así podríamos decir que el tiempo es un efecto de las consustanciales limitaciones de nuestro entendimiento, demostrable o al menos evocable, como guste, a partir del hecho en que la vida no pareciera alcanzarnos cuando estamos con un ser amado, o bien que el tiempo pase lentamente cuando de salir del trabajo se trata.


Lo cierto es que en función del tiempo un hombre logra conocer en alguna medida ese gran enigma que es él mismo, irónicamente esa es la parte de su ser que no se encuentra amoldada precisamente a la forma del tiempo. Una parte de nosotros pues no pasa por lo que pensamos, ni siquiera pareciera pasar cerca y a pesar de todo es algo que insiste, lo que se repite en el tiempo y por lo cual podemos reconocer a alguien tras un largo periodo de ausencia, justamente por lo que de él o ella no ha cambiado.


Hace 10 años atrás quise estudiar psicología para descubrir porqué la gente hace lo que hace, para poder conocer también el porqué de eso que yo mismo hago y quería hacer con el tiempo que me había sido dado. La pregunta ética diría hoy en día.


No nos vamos a poner a detallar aquí lo que se aprendió o no en el decurso de esa carrera en relación con la pregunta inconsciente desde donde partía, no obstante la vida enseña que en relación al quehacer propio el hombre es un animal que no sabe como comportarse.


Justamente, la incidencia que provoca que un lugar de nuestro corazón no se encuentre afectado por los efectos de la función temporal, escrita y estructurada en el pensamiento, implica que en nuestros actos haya siempre un cierto salto al vacío, en parte porque no sabemos quienes somos y en parte por no poder predecir el futuro.


A pesar de todo el tiempo pasa y tal parece que algo insiste, algo de eso que me ha llevado a investigar los limites del aparato psíquico, que me atrae del comportamiento más ajeno aun cuando provenga de mi mismo. Algo de esto se repite en el interés del espíritu, pero también persiste en los actos de ese hombre que aquí escribe.


El gran hallazgo de Freud fue dar cuenta de la dinámica de un sujeto en relación con su deseo, especialmente por acentuar el carácter deslizado, desplazado e inconsciente de esa relación entre el deseo y un objeto que lo causa en tanto objeto perdido.


Precisamente en el límite de la operación mental, del planning, uno traza direcciones y metas pero el deseo en sí no sabe lo que quiere, siendo ese querer el que sostiene y no el conocer.


Así sin más, tal y como en las coordenadas de nuestros actos, sobre los que dijimos que un salto al vacío siempre esta a la orden del día, no podemos reconocernos como tal más que en nuestro obrar, es decir, en la más humilde autorización cotidiana de saltar al vacío de mi actuar para reencontrar mi propio rastro a través del tiempo.

Feliz año 2018.


 
 
 
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