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Schopenhauer y la asociación de pensamientos

  • Andres E. Borregales M.
  • Oct 26, 2017
  • 5 min read

Bildnis des Philosophen Arthur Schopenhauer, 1859 - Angilbert Göbel

Nota del editor: Este texto representa nuestra primera elaboración sobre la obra de Arthur Schopenhauer y sus relaciones con las funciones elementales del psicoanálisis, hecha dentro del marco de la investigación sobre las psicosis 2017-2018.

Nuestro querido filósofo ha tenido la gentileza de resumir para nosotros, en el XIV capítulo de cuya obra mantendremos en vilo su nombre un momento, nada más y nada menos que el punto de partida de la que hoy será la pequeña reflexión que nos ocupa.


En la monumental “Die welt als wille und vorstellung” El mundo como voluntad y representación, el viejo sensei trabajará, entre muchas otras cosas, la summa de su teoría de las leyes del pensamiento, las cuales sintetiza en dos pilares que examinaremos enseguida.


El primero es “La ley del tercio excluido” el cual reza lo siguiente:

Cualquier predicado puede atribuirse o negarse a cada sujeto”.


De manera tal que las primeras funciones introducidas en el pensamiento son un sujeto y un predicado. Si recordamos las clases de castellano o de lengua y literatura en la escuela veremos inmediatamente a qué nivel coloca el filósofo la ley en el pensiero, pues es justamente al nivel en el que corresponde, en el cenit del lenguaje, íntimamente relacionado con éste.


Tomando un instante la disyunción nombrada por Schopenhauer en el enunciado de su primera ley, y a su vez señalada en mi recordatorio colegial, la -o- que determina cierta alternativa aparente, marca sobretodo la temporalidad que inscribe en el hombre el campo del lenguaje, es decir, que la función del tiempo se hace presente en nuestro ser y le da forma al pensamiento por el hecho de que el significante marque para nosotros el compás, el síncope del tiempo.


A esto los griegos los llamaron Automaton.


Hemos dicho < Cualquier predicado puede atribuirse o negarse a cada sujeto > De modo que ambas cosas no pueden darse simultáneamente, sin generar de entrada la condición de que para articular cualquier identidad deba limitarme en un tiempo y que esto no ocurra sin darme la ocasión de percibir, por supuesto, que la atribución o negación de un predicado a la vez delimita una pérdida a nivel de la identidad en cuestión, en virtud que introduce la posibilidad de contradicción en el mundo consciente y por supuesto, el olvido como pieza esencial del hablar.


Precisamos que lo anterior se nos presenta en la experiencia, por el hecho fundamental de que la función del tiempo le da una de sus formas al pensamiento, de ahí que la incidencia de la variable temporal en la verdad implique irremediablemente que la verdad del martes no sea verdad del domingo.


La segunda ley del pensamiento llamada el Principio de razón, enuncia que la atribución o negación de cualquier predicado a un sujeto debe determinarse por algo distinto del juicio mismo, argumentos si se quiere.


Sabemos por los estudios de la lingüística, los cuales le deben tanto a la obra de Schopenhauer, que lo propio del significante es no poder significarse a sí mismo.


De modo que la razón del juicio bien sea determinada por una intuición empírica, o bien por otro juicio categórico, lo cierto es que nunca es razón de sí mismo. Esta condición inscribe la función del espacio en el pensamiento, pues ese espacio se constituye en lo simbólico antes de aparecer delante de nosotros.


Así un significante ocupa solo un espacio a la vez en la cadena del discurso, de ahí parte el hecho de que pueda ser aislado en el trabajo que conduce al sujeto que se va diciendo en el análisis. el analizante o que pueda saltar un lugar y aparecer en lo real como es el caso de la alucinación verbal.


Que la función del espacio sea a su vez la forma que el pensamiento encuentra, toma como causa la inmanente relación que éste guarda con esa alienación elemental que significa el Otro como lugar de la palabra, pero también tiene que ver con una alienación propia del campo imaginario. De allí que el sujeto no pueda más que aparecer en su propia división, es decir, cuando aparece en algún lugar de la cadena como sentido producido por el significante, por otro lado, en otro lugar, desaparece en tanto que pérdida de la identidad nombrada al comienzo. Esto es el problema de la causalidad psíquica descrita por Lacan en el proceso de la identificación, solidaria de la causalidad como la tercera y última de las formas elementales del pensamiento humano.


En el psicoanálisis como en la vida cotidiana, estas leyes antes presentadas indican la manera en la que un pensamiento se asocia con otro, el mecanismo mediante el cual un pensamiento llama a otro y que se conforma según tres vías distintas.

  1. Una relación de causa efecto

  2. Una relación de semejanza o analogía

  3. Una relación de vecindad (los objetos del pensamiento estaban cerquita unos de otros)


A tal punto esto nos involucra que Schopenhauer nos señala < Nuestra memoria verbal inmediata y con ella toda nuestra aptitud lingüística descansa sobre la asociación de pensamientos >


Tomemos el caso del niño pequeño que aprende un lenguaje, esta tarea consiste en poder encadenar, justamente, un concepto con una palabra, proceso que se caracteriza por la función primaria de la repetición que hemos trabajado en textos anteriores. Pero a nivel de los tonos de esa lengua ya desde el primer día el bebé esta jammeando* con profesionales.


Ahora bien, es imposible que un pensamiento entre en la conciencia sin una ocasión para ello. La primera pregunta que se nos plantea es, si lo que hemos dicho hasta ahora no es del todo en vano ¿Qué es lo que determina esta ocasión? Ante lo cual podríamos proponer la categoría entera de los motivos, pero para qué sino para señalar que algunos de estos pensamientos no se articulan en nosotros más que por fuera de las funciones del tiempo y del espacio que le dan su forma al pensamiento consciente, ya que la causalidad se presenta en la llamada psique como "causa perdida" Causa que ocurre en el lugar del Otro.


Podríamos preguntarnos, aunque nunca al mismo tiempo y solo gracias al capítulo XIV, lo siguiente:


¿Dónde estaba ese pensamiento antes de entrar en mi conciencia? A lo que no dudamos en hacer empalmar directamente con la función del Otro, lugar donde el inconsciente se articula por estar hecho de lenguaje, por ser justamente el discurso del otro.


A veces al despertar, tenemos la sensación de no poder recordar un sueño que nos hacía estar en una realidad tan nítida como presente mientras dormíamos. En otras ocasiones solo basta proponerse hacer algo a una hora determinada, para de pronto verse comprometido en ese pensamiento hasta el cumplimiento de tal horario, a riesgo de no llevarlo a cabo salvo que nos sea recordado, en ambos casos por supuesto, es decir, que consigamos el hilo del que pende la asociación de pensamientos que articulan el material onírico o la organización cognitiva que llamamos atención.


Por último valdría la pena preguntarse ¿Quizás en la experiencia de las psicosis sea ese el hilo del que el sujeto se desprende?


En esta vía deductiva vamos siguiendo la línea que nos conduzca a poner a prueba las bases mismas de lo que hemos decidido trabajar. Seguiremos más adelante, en otra escena.

*De Jamming en ingles.

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