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Reflexiones sobre la locura

  • Andres E. Borregales M.
  • Sep 14, 2017
  • 6 min read

Pablo Picasso, Light drawings. 1949.

Nota del Editor: Primer trabajo realizado en el marco de la investigación sobre las psicosis. 2017-18. "Yo no busco, encuentro" Pablo Picasso.

Lo que me ha llevado a retomar estos textos fue encontrarme en algunos de mis apuntes, libros, copias, etc. La palabra, el significante "Pregunta", repetida por escrito en las portadas de los mismos.


Es la pregunta por las psicosis, por los limites de la locura para ser exactos la que ha impulsado toda nuestra atención y examen en los últimos 5 meses, en apariencia al menos. Es también y creo que es algo hermoso, una declinación de ciertas inquietudes que me llevaron a estudiar psicología, por ejemplo, en su momento.


Que actualmente nuestro trabajo se tornara en deseo e impulso por definir de manera precisa, tanto para nosotros mismos como para aquel que se digna a preguntarse por estas cosas, la vía según la cual se funda y constituye la psique humana, significa que hemos hecho un esfuerzo por seguir y perseguir esa pista evanescente por donde se descubre la ruta que ha seguido la función psíquica, con todas sus demás funciones del intelecto y del entendimiento para hacer su entrada en lo real.


Esta ruta describe el primer paso para comprender, por así decirlo, como uno pierde la cabeza más adelante. Este es el horizonte a examinar y el deseo de sostener este trabajo.


Decir que el psicótico, el loco, está afectado en el pensamiento o que sufre de la mente, es al mismo tiempo decir todo y decir nada. Es para nosotros indispensable pues definir ese pensamiento, describir la contingencia de esa conciencia que se toma a si misma como objeto, para verificar que relación guarda esto con la estructura elemental del lenguaje, en tanto generador con muchos más recursos de lo que llamamos habitualmente discurso. El psicoanálisis examina esta relación estrecha entre el pensamiento con la palabra.


La entrada de un sujeto en la escena del mundo era pues lo que estaba en cuestión hace un momento, diremos al menos que entra en él en tanto que representado por un significante, y que para que esto ocurra debe haber siempre la producción de una falta en el universo del discurso, la cual la estructura del lenguaje se encarga de producir y que es todo nuevo niño. Esta estructura se llama discurso del Amo y es también otro de los nombres que se le da al inconsciente en el análisis, en la medida en que la conciencia solo sería una pequeña síntesis de un proceso simbólico alienantemente mucho más vasto.


Para el psicoanálisis hay una mentira profunda en todos los universales, ya que su experiencia demuestra que la subjetividad misma se funda de acuerdo a una lógica de un cierto no-todo, profundamente relacionada con la estructura del discurso, por ejemplo llamado parental, el cual como todos sabemos instala a un infante en el mundo simbólico, en el campo del lenguaje y que lo ubica en unas coordenadas específicas dentro de un discurso en tanto que incompleto, entiéndase una realidad inacabada para el bebé cuya vida aun esta por escribirse.


En este sentido el discurso de los padres no dice todo de la subjetividad de los hijos, hay significantes en el mundo que no quieren decir nada y son por los que el sujeto será representado: tanto como función de objeto en el lugar del discurso del Otro parental, el cual lo nombra cuando el sujeto todavía no puede hablar. Tanto como efecto de sujeto representado para otro significante en la cadena que será su inconsciente. Esto no es solamente solidario con la hipótesis del inconsciente por supuesto, como función lógica del aparato mental, sino que conforme a la tradición alemana de Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación, Die Welt als Wille und Vorstellung, nos permite ver el notable hecho de que si un pensamiento entra a la conciencia da cuenta de que algo la sostiene.


Realizarse como sujeto del inconsciente, realizarse en ese segundo tiempo lógico del efecto de sujeto que dijimos, es solidario de la metáfora de abonarse al teléfono, puede verse que si uno está abonado al teléfono entonces algo puede contestarle. Suponemos, quizás con razón, que es en este punto donde radica la delgada linea entre [Sane e Insane]locura y sanidad de espíritu.


¿Donde está el punto en el cual algo del sujeto se desconecta, lo desabona de esa linea de teléfono con el Otro?


Sin duda que cuando el sentido interno se ve comprometido, cuando se altera una relación entre lo real y el tiempo lógico del inconsciente, es donde debemos de buscar este punto de fuga que llamamos fenómeno elemental.


Recordemos que ese hecho elemental de la estructura que se encuentra en el universo del discurso como inacabada, es a su vez lo que nos permite pensar un espacio, es el mismo proceso que condensa ese pliegue entre lo real y el tiempo que nos regala una oportunidad inédita de escribir nuestra historia en este mundo y en otros, como la poesía o la literatura, ya que en cierto sentido somos poemas antes que poetas. Es esto lo que libidiniza el campo de nuestro deseo, permitiéndole a cada uno su encuentro con el goce esto es el sentido de su vida, por decirlo de alguna manera, haciendo ver lo que esta en juego en cada estructura subjetiva.


Esta misma estructura parcial del discurso se produce siempre en lo real en la forma del decir humano, por tener que pasar por la division que implica el sexo para ser reproducidos en la realidad de los cuerpos que no son sino objetos. A esto en el análisis lo llamamos la falta y se concibe como un objeto en tanto que falta, teorización del objeto siempre perdido que es el cuerpo propio, el cual articulaba ya Freud en su teoría de la libido. Este objeto otro, en falta, que causa al deseo ya que no puede haber deseo sin falta, es la libido y su recorrido es lo que nos orienta a pensar como se llega al mundo cuando se es un bebé,cómo se constituye el pensamiento mismo incluso y la raíz pulsional de todo proceso intelectual.


Es pues esta ley de causalidad de los deseos y de los cuerpos, la que se encarna en la líbido como una causa que falta por ser constitutiva en la estructura del lenguaje, siendo de acuerdo con Freud la que anima toda la fundación del pensamiento, el progreso del propio aparato mental por ubicarse a nivel proceso primario, a saber, la contingencia más elemental por donde un cuerpo, el alma o la psique y el espíritu se animan en lo real y humanamente, generando el continuo espacio-tiempo que llamamos realidad y que interpretamos desde el agujero del yo, realidad que nunca es objetiva, función de objeto como vimos anteriormente solo fue uno mismo en relación con la causa del deseo del Otro, determinado en función de ese discurso y su producción. Desdoblamiento Realidad objetiva como cuerpo realidad psíquica es decir subjetiva.


La aparición de esta conciencia que persigue su propia ciencia, es decir, a su propio conocer, la episteme revela el espejo frente al que se ubica por ser el espejo del Otro. Pero que la animación del pensamiento mismo sea de carácter libidinal, significa que esto sostiene al discurso analítico como tratamiento a ese discurso del Otro, en la medida en la que permite a un sujeto esclarecer su relación con ese deseo, con las determinaciones de ese discurso que le es inconsciente y no seguir, seguramente, haciendo las veces de objeto en la película o ante el espejo si se quiere de un Otro que no existe, sino antes bien protagonista del milagro de su vida, esté o no supuestamente loco.


Es sobre estas coordenadas: El tiempo, el espacio, la mente, el cuerpo y lo real que el psicoanálisis lleva a interrogar la disposición de un sujeto en este plano, en tanto que realidad psíquica y la relación que guardo con un imposible a decir.


Entiéndaseme bien, lo que aquí sostenemos se vincula profundamente con el objeto de estudio de otros campos supuestamente fuera del alcance de la reflexion freudiana, de la experiencia analítica propiamente dicha. La neuropsicología por ejemplo, en su estudio sistemático de las funciones intelectuales superiores o funciones cognitivas, no se molesta en revisar que estas se encuentren fundamentadas en un pensamiento abstracto, simbólico que se articula en base al recorrido de la líbido como falta, represión primaria en la fundación de la función psíquica y el espacio que la conforma, con las implicaciones que esto significa a nivel de la reflexión ausente sobre el estatuto de la materia en el psicoanálisis.


En este sentido las psicosis suponen un estado peculiar de la líbido, no organizándose todo el espacio de esa psique alrededor de un delirio por ejemplo, ya que en mas de un caso estas funciones intelectuales mencionadas no están en lo absoluto comprometidas, muy por el contrario, la rigurosidad psicótica ha sido siempre vecina de la genialidad en los meandros de la historia. El problema de las psicosis por lo tanto se juega en relación al tiempo en su pliegue con el espíritu.


Quizás todos hemos sentido ese punto de locura en nosotros mismos, quizás en la relación con el sentido interno que es el tiempo, quizás todos nos hemos preguntado ¿cómo sería enloquecer, sin embargo esto se resume en la locura que implica haber venido al mundo, mundo de la palabra, del deseo y del goce. Un cierto sin sentido se escabulle entre los dedos, por lo que la respuesta a este enigma dará su clave a cada uno.





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