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Función y campo de la repetición y del sexo en Psicoanálisis

  • Andres E. Borregales M.
  • May 3, 2017
  • 7 min read

Felicien Rops. La tentation de Sant Antoine, 1878.

Nota del editor: Trabajo presentado para las XVII Jornadas de los Colegios Clínicos del Campo Lacaniano en España. Gijón, 2017.




Función y campo de la repetición y del sexo en Psicoanálisis


Con este título no pretendemos elevar nuestras palabras a la magnitud de las que están plasmadas en los escritos del 66, sino más bien rendir homenaje a quien nos hizo manejarlas por primera vez en el discurso analítico, permitiéndonos formarnos a partir de esa enseñanza.


“El psicoanálisis como discurso y como corte” es una línea del primer prolegómeno de estas jornadas. Me parece que en su condición de discurso, de lazo social, el psicoanálisis está llamado a comentar y elaborar las coordenadas de la subjetividad de su época, porque cada análisis en curso es una pregunta por el lugar del Otro en un tiempo determinado. El psicoanálisis debe acompañar los malestares que se producen a partir de ese deseo en relación al tiempo.


Como corte, el psicoanálisis como función de corte epistémico por ejemplo, es un punto que me interesa tratar de precisar en un campo peculiarmente importante de la relación que este corte guarda con los hombres y las mujeres, a saber, la separación, la división que el sexo implica en el ser hablante.


Considerar a este campo del sexo en el acento que al análisis concierne, es algo que hemos hecho desde Freud, exclusivamente por ser en el sexo, como dijo Lacan en 1974, el lugar donde el ser hablante balbucea.


Así podríamos unir ambos extremos y hacer una banda de una sola cara, afirmando que la praxis inaugurada por Freud es también un discurso que considera al sexo, al pie de la letra, como separación.


Si consideramos que las mujeres toman la palabra hoy más que nunca, si apreciamos que la feminización de nuestros tiempos será un dato fundamental del siglo XXI, considero que hoy más que ayer hay un tiempo interesante para el psicoanálisis, tanto como praxis como discurso. Estas jornadas son un bello y claro ejemplo lo que estoy diciendo.


El 9 de enero de este año murió el sociólogo y filósofo polaco, Zygmunt Bauman, quien en su última visita a España, en el centro de creación de Mataderos de Madrid para ser exactos, afirmó lo siguiente:

“El estado general de la sociedad es el conflicto de intereses”.


Separando a la estructura del entusiasmo comenzaremos por decir que la sexualidad no se escapa a ese conflicto aludido, en él estamos representados todos, permanentemente estamos ahí, entre goce y pensamiento. Habló del conflicto que implica en lo social tomar el sentido como bueno, es decir, como único.


Esto se repite y sobre eso deseo hablar, pero acotando mi alcance a la función de la repetición y su relación con el campo del sexo.


La pregunta que vinculada a la existencia, insiste en lo referente al sexo bajo la forma del ¿Que soy ahí?


Freud en su obra Psicología de las masas y análisis del Yo, trata de dibujarnos como seria la inauguración del yo cómo fundamento del sujeto a partir de un cierto Todo, por ejemplo, tomemos la forma del cuerpo individuado, un Uno de la imagen cuerpo. Lacan opone aquí a Freud su tentativa de fundamentación del sujeto en el seminario XIX, a partir de que esta operación se produzca en un No Todo, fundamentar un sujeto en un Uno que no tenga representación.


Para esto aísla la primera forma en que se presentaba este Uno en el inconsciente freudiano, es decir, el Uno de repetición significante, un Uno que es de pura diferencia y que se puede escribir.


Este enganche Simbólico - cuerpo ya lo había trabajado por primera vez en el estadio del espejo, pero ahora nos lo denuncia como insatisfactorio, de manera que desde el nuevo proyecto que aborda en los siguientes años del seminario, desde O pire en adelante, se pretenderá responder a la siguiente pregunta:


¿Cómo se inscribió el Uno a partir del goce como tal?


Es una pregunta que causa hasta el sol de hoy a toda la comunidad psicoanalítica, porque plantea una vía di levare radical, eligiendo al sexo para ese abordaje por la falla que implica en el sentido más elemental entre cuerpo y goce, falla que debemos atribuir a la realidad sexual del inconsciente si tomamos la contingencia en el ser que representa ser hombre o ser mujer.


Si pensamos que lo que siempre se repite en este anudamiento que es la subjetividad del ser hablante, es siempre un modo particular de goce y que esto implica un real en juego para cada uno, apreciamos que este real se funda en tanto que imposible lógico, lo cual implica en el sexo, en la sexuación que para repartir hombres y mujeres fuera de atributos observables, empíricos, semblantes como los llamamos, hay que pasar por algo que no está en la realidad, que no está, si se quiere, en el mundo, un puro real que viene a engancharse con ese cuerpo que el sujeto tiene.


Este real en juego que se engancha con el cuerpo, se escabulle, repitiéndose en las experiencias de goce que son disimétricas entre hombres y mujeres. A esto Colette Soler lo llama la subversión sexual freudiana, en su libro “Lo que queda de la infancia”.


Quiere decir que poner el acento en la sexualidad del ser hablante, ponerla en el centro de su inconsciente como falta, puede ser también leído en el sentido de su incidencia como subversión social. Habiendo ley social, la etiqueta por ejemplo, solo a falta de una regla general en el sexo.


Así lo que Freud descubre es que hay un goce que se repite, que insiste y que no es cualquiera. Que además este goce revela la esencia de la sexualidad para cada uno, esencia de lo real del sexo como división del sujeto mismo.


Para asegurar este punto como lo articula Soler, a partir de un precioso empalme con el carácter subversivo de la apuesta epistémica y ética que introduce el discurso psicoanalítico, diré que Freud empuja con su deseo “el franqueamiento del horror de saber en la sociedad humana respecto al goce del sexo”. Pag 69 del mismo libro mencionado.


De lo anterior se deduce que entre hombres y mujeres ese goce que implicaría el idóneo para hacerlo llamar sexual, no existe sino como ausente, en la medida en que solo accedemos a un goce parcial sin manual prescriptivo. Así como también, se comprueba vía la función de la repetición que la vida sexual de cada uno se abre a una invención del orden de un nuevo saber hacer con su síntoma y con su goce es decir con su cuerpo.


La segregación y el racismo, no tienen su fundamento más que en este querer mandar sobre el goce sexual del Otro, nada mas imposible pero no por ello se lo deja de tomar por Ideal de toda acción totalitaria, no por ello se deja de hacer de ese mandato causa del deseo, en la medida en que para ser reconocido deba destruir el deseo del Otro. Aquí siempre suelen haber desencuentros.


A nivel del encuentro sexual que llamamos cuerpo a cuerpo, lo que se dibuja es también del lugar del no encuentro, no encuentro del Otro del sexo en la sexualidad, reduplicado siempre en tanto que encuentro fallido.


Por supuesto que hay encuentros en la vida, pero el régimen de la repetición, de la tyche, implica que en los nuevos encuentros de la vida siempre sea el mismo real en juego a nivel del goce para cada uno. Esto es lo que se encuentra a nivel de la función de la repetición en el campo del sexo, a fin de actualizar el encuentro en tanto que fallido con el Otro. Aquí es pues donde aparece lo nuevo bajo la forma en la que cada ser hablante goza, como cada quien responde a la pregunta por el sexo que se articula en el Otro, en tanto que en ese campo el sujeto es respuesta de lo real.


En otras palabras aquí es donde cada quien tiene que inventárselas,


Asimismo, el trauma que el sexo representa como separación no se reprime, sino que se repite en los actos a nivel del mencionado modo de goce particular.


En este sentido la repetición como lo que insiste supone la marca de una experiencia de goce, donde la marca se debe reconocer en su función de Uno que inscribe al sujeto en el campo del goce, a nivel del Uno que es aislado en el seminario XIX, en la medida en que no tiene representación, en la medida en que es pura perdida pero que la repetición significante reitera como tal en la letra del síntoma.


Marca y significante sólo tienen en común ser elementos discretos, pero una marca en la dimensión que tratamos desde la experiencia de goce, no es un significante, es del orden del Uno que no tiene representación, una experiencia de goce no marcada si se quiere ¿Por qué podríamos preguntar?


Porque en un segundo tiempo lógico esa marca hace señal de la repetición reiterativa de una pérdida a nivel del sexo y del lenguaje.


Para ir cerrando quiero indicar que el ser hablante se presenta bajo la forma de la repetición, especialmente cuando se trata de la fijación ubicada en el campo del goce de cada uno, recordando que es en función de que el goce como sexual no exista que la verdad del goce es de uno en uno.


No dirigimos el análisis hacia la curación de la repetición, como dice Soler, sino que indicamos que es desde ese encuentro siempre fallido, desde donde se libidiniza toda la dialéctica del deseo que nos sostiene y del goce que nos particulariza.

Es ahí donde opera toda la eficacia del psicoanálisis, haciendo aparecer el goce en la repetición se modifica la posición de este sujeto del inconsciente respecto a su real en juego.



Referencias Bibliográficas:


Freud, S. (1921). Psicología de las Masas y análisis del Yo. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu Editores.


Soler, C. (2015). Lo que queda de la Infancia. Medellín, Colombia. Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellin.


Lacan, J. (1966). Escritos. Biblioteca Nueva.


Lacan, J. (1971). O Pire. Buenos Aires, Argentina. Paidos.

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