Repetición en tres platos
- Andres E. Borregales M.
- Mar 31, 2017
- 8 min read
Updated: Mar 30, 2023

Nota del editor: Trabajo presentado para la finalización formal del 2do año del Master en Teoría y Práctica Psicoanalítica en ACCEP. (Asociación Catalana para la Clínica y Enseñanza del Psicoanálisis).
Repetición en tres platos
La función de la repetición en psicoanálisis es fundamental, desde Freud a Lacan no hemos parado de articularla, de trabajar sus implicaciones clínicas, teóricas y éticas. De ahí que este trabajo continúe en esa línea de investigación para tratar de hacer una lectura diferente, de algo repetido en sentido figurado.
Esta función fue aislada desde antes de la aparición del discurso analítico, era para los antiguos la primera forma en la que se presentaba una simbolización elemental en relación con los fenómenos naturales, los ciclos que implican una suerte de eterno retorno como se llamó a esto en la Grecia de los sofistas. El eterno retorno de lo mismo.
Pero en el psicoanálisis la repetición no implica otra cosa sino la aparición ante nosotros de algo nuevo, nada más enigmático dirá Lacan en su seminario de 1963- 1964. Ella comporta un fenómeno en el que no hace falta ser psicoanalista para apreciar que se está ahí implicado, sin embargo considero que desde el discurso analítico cada uno puede deducir como quedó enredado en esa repetición, por ejemplo a nivel del síntoma que lleva a alguien a un analista.
Repetición en tres platos, en el sentido de un menú de degustación, propone un abordaje de este concepto en su relación con los tres registros de la subjetividad, así como también trata de ubicar algo de la dimensión temporal que la experiencia de la repetición implica en el ser hablante, dimensión que solo se verifica en retroacción.
Así, hablar de la repetición desde los registros subjetivos de lo imaginario, lo simbólico y lo real nos conducirá por su parte a tener presente las funciones de: los rasgos, modos, los síntomas, las filiaciones, paradojas e imposibles. Agujeros y faltas, en el sentido analítico de las mismas por supuesto.
Procuramos orientarnos en esa superficie que dibuja la verdadera topología del sujeto, a fin de que esta orientación sea efectiva tendremos por brújula a la función en cuestión, la cual quizás solo llegaremos a definir hasta el final de este recorrido.
De la repetición conocemos hasta ahora dos datos de primer orden:
La incorporación que ejecuta de lo nuevo, cuya suposición es imprescindible para toda hipótesis posible del inconsciente.
Esta función está implicada en todos los niveles de la vida anímica.
Propiamente hablando, repetir en relación a un sentido, con cierta significación como apoyo es lo que se llega a transmitir al niño para que pueda vestirse solo, o bien para que alcance autonomía en las visitas al baño por su cuenta. Pura elaboración subjetiva de una repetición significante.
Para explicar este punto de un modo más amplio se hace necesario apreciar desde dónde lo decimos.
Podríamos decir que en la frontera del registro imaginario en su articulación con lo simbólico, la función de la repetición instaura lo que Lacan llama en su texto sobre <La Familia> de 1938. Pg 25. El complejo, entendido como la aparición en una forma fija de la unión de un conjunto de reacciones que van desde la emoción hasta la conducta adaptada al objeto, considerando el resto de las funciones "orgánicas" y subjetivas.
La actividad del complejo, por tomar la palabra freudiana antes de su tradicional vínculo con el Edipo, repite en lo vivido la realidad así fijada desde donde es posible afirmar lo siguiente, que la realidad de que creemos tratar sus contingencias está primero organizada bajo la forma de realidad psíquica.
Esto quiere decir que toda posible integración yoica o individual, según el discurso en cuestión, de las diversas formas que pueden tomar los objetos de nuestro mundo en este nivel de la función especular, es el resultado de un proceso dialéctico profundamente vinculado con la función de nuestro estudio, desde donde se hace surgir toda nueva forma de los conflictos de esa, siempre dudosa, síntesis de la imagen especular con lo real.
Ya en esta dimensión, incluso en un nivel más arcaico que el que se refiera a la formación del yo, este proceso de repetición dialéctica reconoce el carácter innovador, creativo y subversivo del orden humano. No sometido pues a ninguna rigidez instintiva, se verifica que las variaciones infinitas de las formas fundamentales de la cultura, articulan por este complejo en repetición las características primordiales del conocimiento del hombre, las formas de su organización afectiva y ya en otro registro, nuevamente, la confrontación con un real en juego para cada sujeto.
A nivel del registro simbólico estamos hablando de la aparición de un sujeto en cierta realidad, con una vinculación muy estrecha a un proceso siempre dado en dos tiempos lógicos, alienación y separación para decirlo por su nombre, S1-S2 como ecuación elemental de la matriz significante que pone en orden toda la función especular.
Ese proceso por el cual un sujeto se hace lugar en el mundo del discurso, implica que para que éste adquiera su forma de realidad, diremos vital, debe antes presentarse como objetivamente distinto, es decir, identificado con el objeto que es en tanto que objeto causa del deseo del Otro, con O mayúscula por el carácter simbólico e inconsciente del Otro en cuestión, no el otro en la medida del semejante.
Efectivamente, así nos presentamos en este mundo, no por una cronología sincrónica sino por medio de una determinación lógica. Bajo la forma del bebé que fuimos recibidos o no en el seno de una estructura parental, cualquiera que ella sea, nos resume el lugar en el que nos hicimos perdida a fin de ver si causamos ese deseo.
Un bello ejemplo de lo que digo, es el niño que se pierde para ver si lo buscan y hay que ver el drama, el horror y el trauma cuando no causa su propia búsqueda en los padres.
Trataré de presentar otro ejemplo que articule la frontera en que hasta ahora hemos estado ubicados, en ese punto específico de la función de la imagen y su vínculo con lo que dije sobre el deseo del Otro.
Tomemos por un momento nuestro rostro humano, por el lugar en que se disponen los ojos sobre él, me encuentro privado de mi identidad la cual solo reencuentro en el espejo del Otro como sistema formal, solo me organizo como un yo a partir de su imagen alienante, gracias al investimiento simbólico que se hace de ella y cuyo trasfondo es obligatoriamente narcisista, en especial en el campo del reconocimiento típico del problema tu - yo.
Es interesante que el telón de fondo de todo el proceso que llamamos identificación, que está en la base misma de lo que venimos tratando a propósito de la repetición, se exprese en nuestra psicopatología cotidiana por la vía de enunciados como: “Caminas igual que tu padre” o “Te enfadas idéntico que se enfada tu madre”. Todos los hemos escuchado quizás sin percibir de ahí el vehículo de una insistencia, una repetición que se manifiesta a pesar de los diferentes efectos de sujeto que siempre encontramos.
En este sentido adquiere una nueva dimensión cualquier comentario que hayamos hecho sobre la familia, ya que es el lugar fundamental de los complejos más estables y típicos, es decir, de las repeticiones más cotidianas y determinantes del ser hablante.
Quisiera ir cerrando por un punto complejo de este andamiaje, complejo pero muy interesante. Es en relación con el estatuto real de la repetición.
Para este propósito algunas apreciaciones nos permitirán abordar su funcionamiento en la trama del sujeto, su alcance en toda producción de un avenir posible y su importancia más radical en nuestro discurso que es el analítico.
Esta función de la repetición denota a nivel de lo real una cita siempre reiterada con un real que se escabulle, es algo que nos señala Lacan en la página 62 del seminario XI y que tomaremos como punto de partida.
Si hasta ahora la función tratada había sido abordada en tanto que insistencia de rasgos, modos y signos en las identificaciones que configuran el yo, o bien manejada como automaton de la cadena significante que determina a un sujeto por la arbitrariedad del signo, en el registro de lo real o para decirlo de otra manera, lo real de la repetición está del lado del goce, en tanto que ese goce encontrado es por lógica siempre un encuentro que se actualiza como fallido, específicamente porque no deja de no escribirse como tal.
A esto Lacan lo articula en su seminario XI con algo que se produce en el orden del azar, Tyche retomando el término de Aristóteles en su Física, de ahí que desde el comienzo insistiéramos en ella como incorporadora de lo nuevo.
No dejemos de notar la implicación que esto tiene con la experiencia misma del tiempo, como frontera entre lo simbólico y lo real en juego para nuestro sujeto, especialmente porque toda consideración del tiempo en psicoanálisis pasa por la transferencia, precisamente como manejo del tiempo.
Ahora bien, si la repetición exige lo nuevo es en la medida en que hace de lo lúdico una dimensión especial, a saber, la diversidad más radical que constituye la repetición en sí misma. El ejemplo en cuestión es conocido por todos, el niño que pide siempre la lectura del mismo cuento noche tras noche, la estructura del relato no cambia pero la variación de las significaciones que el pequeño hace del mismo, le permiten apartarse de este orden y transformar su acto, lector y leído, en juego, como realización de una singularidad en relación con un Otro y en un tiempo siempre peculiar.
En este sentido el sujeto se encuentra cara a cara con la repetición cuando se trata del campo del goce, fundamentalmente como un hecho de estructura, imposible de separar o suspender ya que es inherente a su definición misma como sujeto dividido entre su deseo, su goce y su angustia.
Así desde el psicoanálisis se presenta una modulación radical de esa relación del hombre con el mundo y con el tiempo, no como una cosmología totalizante sino muy por el contrario, a nivel de ese encuentro que indicamos como siempre fallido es que se anima toda la dialéctica del deseo que nos sostiene y del goce que nos martiriza.
Colette Soler dice algo muy bonito en su libro < Lo que queda de la infancia > “No curamos la repetición, no para indicar la impotencia del psicoanálisis sino para precisar bien donde opera toda su eficacia".
Para concluir quisiera retomar una intervención de Lacan para la radio France-Culture en París del año 1973, un texto interesante por la claridad de su declaración.
“Que cada uno haga referencia a su vida. ¿Tiene o no el sentimiento de que algo se repite en su vida? ¿Qué es ese algo que se repite? Un cierto modo de gozar”
Es en la posición del sujeto guardada en relación a este punto de su más privada singularidad, la del goce de cada uno, donde el psicoanálisis hace su incidencia como praxis, ética y discurso. No para trabajar con normas, sino en el sentido de que uno por uno reencuentre el juego en el que está implicado, asegurando así una nueva continuidad de su propia historia temporal.
Referencias Bibliográficas:
Freud, S. (1914). Recuerdo, repetición y elaboración. Madrid, España. Amorrortu editores.
Lacan, J. (1938). La Familia. Barcelona, España. Argonauta editores.
Lacan, J. (1964). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina. Editorial Paidos.
Declaración en France- Culture a propósito del 28vo Congreso Internacional de Psicoanálisis.
Publicado en Le Coq-Heron (1974), nº 46/47 pp, 3-8. Documento digital en link:
https://unoaunoblog.wordpress.com/2014/09/14/declaracion-en-france-culture-a-proposito-del-28o-congreso-internacional-de-psicoanalisis-jacques-lacan/
Soler, C. (2014). Lo que queda de la infancia. Medellín, Colombia. Asociación Foro del Campo Lacaniano de Medellín.
Documento Nª1 de trabajo de ACCEP. (2003). El inconsciente u la repeticion. Barcelona, España. Associació Catalana per a la Clinica i l´Ensenyament de la Psicoanálisi.