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C(a)usa y deseo

  • Andres E. Borregales M.
  • Feb 20, 2017
  • 6 min read



Nota del editor: Trabajo Final del Colegio Clínico del año 2013-2014 y del C.C 2014-2015, posterior a la revisión del seminario VI de Jacques Lacan titulado. "El deseo y su Interpretación".

Leído el 19 de Septiembre de 2015 en la sede Foro del Campo Lacaniano de Venezuela, en la sección de Caracas.








C(a)usa y deseo




Quisiera comenzar por exponer algúnos puntos intrínsecos y extrínsecos de este trabajo y su particular presentación. No viéndome posibilitado a estar presente en el cierre de éste recorrido, que ha sido el examen detallado del Seminario VI de Jacques Lacan durante ya dos años y tras haberlo consultado con algunas colegas foristas, tuve a bien dejar la presentación de mi trabajo en manos de la lectura de mi amiga Blanca Flores, a la cual quiero agradecer tal gentileza. Asimismo, si lo leído despertase alguna pregunta o inquietud, he fijado con la misma persona tomar notas a dichas preguntas para luego ser enviadas por correo y respondidas por esa misma vía a quien sea necesario.

Eso con respecto a la forma.


Con respecto al fondo, al contenido que aquí presentaré, he de indicar a nuestra audiencia que en dos años de trabajo no solo se examina un seminario de Lacan, lógicamente, en ese tiempo cronológico se experimentan muchas cosas en un tiempo más subjetivo, se leen otros textos, se discute con colegas y en mi caso particular, se avanza y se pone en pausa un análisis.


Quisiera partir por lo más básico, tal cual como arranqué hace dos años, afirmando primero que nada está más allá de la biología que el deseo, nada más allá de la necesidad biológica. Asimismo, por la acción del significante sobre el ser humano, el cual está hecho de palabras y constituido en su acto fundante en el campo del Otro del Lenguaje, el deseo parte a su vez de un más allá de la demanda impuesta a un Otro. Queda pues ubicado el deseo entre la necesidad y la demanda, tal cual como lo indicó Lacan, sin embargo, podríamos arrojar algunas otras características conocidas del deseo, a fin de continuar esquematizando los avances en términos didácticos, por así decirlo: el deseo es metonímico, en el sentido que no se cierra o posa sobre un objeto, sino que es el objeto el que lo causa.


El deseo está ligado al incesto en el sentido de su relación con el Otro, en el seminario de Lacan parte del deseo de reconocimiento para examinar este problema, que aún no tiene todas sus coordenadas lógicas pero no por ello puede ser menospreciado, especialmente si creemos que la aprehensión en esta teoría tiene forma de red y que la comprensión nunca debe ser demasiado apresurada.


El deseo del hombre es el deseo del Otro, innombrable por definición, de manera que su decantamiento es dado por un encuentro con la falta en el Otro, esto último es absolutamente fundamental, al menos para mí lo fue en estos dos años y lo sigue siendo hoy.


De manera tal que ahí se nos va mostrando un campo que se caracteriza por su inconsistencia, con la cual algo se tendrá que hacer y ese algo tiene que ver con el deseo.


Lo que se impone a partir de esa inconsistencia es además mi propia división, un proceso largo y difícil, pero que instala una subversión en sí mismo por la incidencia que la pregunta por mi deseo implica haciéndome pasar por el campo del Otro.

Para mi el recorrido analítico permitió ubicar algo de aquella inconsistencia que mencionaba en el Otro, estoy seguro que no exclusivamente desde su vertiente imaginaria, sino también evidentemente en su dimensión simbólica.


Tras cierto trabajo en el análisis el deseo y en especial la pregunta por el mismo deja de causar tanta angustia, al menos así fue en mi caso, para venir a causar justamente un trabajo analítico que anima y transforma la vida de un analizante, reconociendo que la medida de esta vida suele estar a la altura de las escenas que se repiten para sostenerla, el psicoanálisis toca esas escenas porque trabaja sobre el deseo.


Este recorrido que trato de ir reconstruyendo me lleva a preguntarme por eso que Lacan llamó el objeto (a) causa de deseo, podría decir que en ésta función el objeto hace tarea de rescate al precisamente causar al deseo que tiene al sujeto, no al revés. En un análisis se apunta a intervenir por dirección de esta causa, esta causa detiene el desplazamiento significante en la medida en la que el objeto no se atrapa en las significaciones del paciente, a través de ellas el analista ve aparecer la dimensión del corte que le permite su acto y que establece relación con eso que llamamos el deseo, por el hecho mismo de que para expresarlo aunque sea por la mitad nuestro paciente deba hablar. Pero son precisamente los momentos en lo que esa palabra se detiene, donde se corta de su enunciado para dejar un espacio conocido como enunciación, son éstos los puntos más valorados por el analizante en la intervención ajustada del analista y su acción de soporte en la dirección de la cura.


La función del corte y recorte que el significante opera sobre nuestro cuerpo desde el momento en que entramos en el lenguaje, y que no tiene específicamente que ver con biología a nivel de ese cuerpo, produce un resto imposible de representar cuyo nombre ya hemos señalado en el objeto(a), este vacío, esta falta que tomamos por el inconsciente mismo afecta a su vez las demandas, fantasías y representaciones del sujeto. El objeto en el análisis viene siendo deducible lógicamente porque no se atrapa en estas mismas demandas y formaciones, pero si articula deseo y pulsión, significante y cuerpo dentro de la escena a su vez indicada más arriba y que en psicoanálisis llamamos fantasma. De modo tal que la orientación hacia algo de la causa de mi deseo, se dió a partir tanto de las construcciones producidas en la asociaciones libres, pero tanto más en los momentos casi de silencio que solo podían nombrar poquísimas palabras que serían significantes sumamente valiosos a posteriori.


Así pues en el camino del deseo, hay momentos en que vemos las torsiones que ubican al sujeto como objeto del deseo del Otro, un hecho que es estructural porque en esos términos se viene al mundo, pero también es el hecho que produce malestares al sujeto en la forma de sus síntomas. En el análisis no solo se corrobora dicha estructura sino que se hace algo nuevo con ella.


En otros momentos, parecieran desprenderse las pistas del deseo por el retruque de un goce que retrocediendo deja ver la relación del sujeto con su Ley, pero esto en un camino donde se vienen a replantear los lugares del Bien y del Mal como supremos, a lo cual se va dando uno cuenta que son tales cuando están inscritos en el deseo como deseo del Otro, por lo tanto sumamente sospechosos si tenemos en cuenta la inconsistencia nombrada al comienzo. Sobre este punto el psicoanálisis evita entrar en la materia moralista, pero si se compromete el la ética propia de su discurso.


Otro elemento complejo que he podido examinar en estos dos años fue que sea la voluntad de goce del deseo del perverso, el deseo imposible en la neurosis obsesiva, el deseo insatisfecho de la histeria o el deseo prevenido de la fobia, lo que se va verificando en las formas diferenciales son los modos de no darse por enterado de la castración, todas coartadas subjetivas frente a la realización del deseo como deseo del Otro, de no tratar la inexistencia de un Otro tal que diera garantía de mi ser, en definitiva de que no hay relación entre los sexos.


Considero que el recorrido del deseo arrancó en mí análisis por cuestionar el mecanismo fundamental de la identificación imaginaria, cosa que tiene que ver con toda la cuestión del sostén especular en la estructura de lo que llamamos yo, pero que lógicamente apuntaba en su dimensión simbólica a la interrogación sobre el deseo como deseo del Otro.



Así pues, contemplando la demanda del Otro y la demanda al Otro en su dimensión pulsional se llega a evocar esa inconsistencia lógica del campo del Otro, precisamente porque asumiendo la enunciación ese giro demandante, el analista podrá devolver al sujeto su mensaje en forma invertida para invitarlo a preguntarse por el lugar de su deseo en esa dialéctica. Qué quiere el Otro de mi? Yo me lo pregunto? De ahí que la transferencia se estructura como el lugar de convergencia de las preguntas sobre el deseo del Otro y es el motor que permite tocar la relación del sujeto con sus pulsiones, es decir, sus mitos.


Finalmente el desarrollo de Lacan, pero también lo que se va encontrando en el recorrido subjetivo es que la convergencia de esas dos preguntas: que es yo? Y Yo me pregunto lo que tú quieres? Conforman el nudo con el que se inscribe la función del deseo en el corazón del hombre. Así, entre el yo y el tú se anuda el deseo como lo acabo de describir. Lo más paradójico de esto es encontrarse con un punto donde se articula silenciosamente un "yo te pregunto que quiero yo”


Ahí el analista se calla y uno como analizante empieza a asumir su parte, la cota de responsabilidad sobre algo llamado deseo y la responsabilidad que se implica en el campo del goce.


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